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14 abril 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 52

TURNO 52 – Veintidos de marzo del año 340, Agna-Anor.
La mañana de una nueva partida amanece radiante, con es sol del inicio de la primavera radiante en un día sin nubes. Aún así, el frío y la nieve siguen cubriendo la región, como si el invierno se demorara en marcharse.
El grupo de aventureros se reúne con el capitán Dobann y el caballero Daho a las puertas de la ciudad, donde emprenden la marcha hacia el norte. Durante tres días atraviesan sin problemas las tierras de nadie donde aún se libran algunos combates contra hordas de orkos llegadas de las montañas, pero que no son más que simples escaramuzas.
De este modo, el grupo avanza hacia el norte. Durante el viaje, el capitán Dobann plantea la ruta a seguir. Su objetivo es llegar a las minas de Numbar, en el centro de las montañas Kehalas.
-La ruta más directa es a través del Paso de la Mañana –dice el caballero-. Un desfiladero que lleva desde Fuerte Terain hasta los alrededores de las minas. Sin embargo, esa ruta puede estar más vigilada, y nuestra misión se basa en pasar inadvertidos y descubrir qué está sucediendo en las minas. Por otro lado, podemos avanzar por las montañas, lo que será un viaje mucho más duro y lento, pero quizás así evitemos ser descubiertos.
El grupo decide evitar el desfiladero y avanzar por las montañas, en concreto por su parte oriental, tal como recomienda el bárbaro Olf, ya que son menos encrespadas que la región occidental.
-Por último –dice Dobann-, nuestro camino pasará muy cerca de Fuerte Terain. No os niego que me gustaría saber qué ha sucedido en el fuerte desde que fuimos expulsados de allí. Muchos caballeros murieron en el ataque de orkos y elfos oscuros, pero no sabemos qué habrá sido de ellos.
Teniendo claro que huirán a la menor señal de problemas, el grupo decide acercarse a investigar el antiguo fuerte de los caballeros. Así, en el cuarto día de viaje, recorren el nevado bosque de abetos hasta llegar a las proximidades de la fortaleza.
Una bruma fantasmal rodea la fortaleza, que aparece desierta y desprovista de vida, en una quietud irreal donde sólo se mueve un harapo que ondea al viento en el torreón principal, donde antes estaba la bandera de Stumlad.
Olf y Orun se aproximan al fuerte, descubren el rastro de muchos orkos que dejaron la fortaleza hace días y se adentran en el patio en sigilo. La fortaleza está desierta, así que hacen una seña a sus compañeros para que se acerquen y se dirigen a explorar el torreón principal. El interior del edificio está arrasado, así que el bárbaro se queda vigilando la planta baja, mientras el hombre salvaje sube las escaleras para investigar arriba. Dobann se acerca también sigue a Orun, mientras que Mirul y Fian registran los otros edificios. El paladín y la elfa se acercan a las caballerizas, para descubrir en su interior los restos de una veintena de caballeros, cuyos cuerpos aparecen congelados, como si una ola de frío los hubiese vuelto en estatuas de hielo.
A la vez, Orun y Dobann llegan al salón de reuniones del torreón. La estancia está destrozada, pero de pronto una figura surge de la nada y se materializa en el sillón principal. Se trata de una mujer de gran belleza, que aún viste finos ropajes de seda, pero cuyo rostro es ahora una máscara horrenda, agrietada por el paso del tiempo. La aparición se levanta del asiento y suelta un chillido agudo, que parece una carcajada, a la vez que se lanza sobre los intrusos.
El terror de su presencia es tal, que Dobann queda paralizado, mientras que Orun apenas puede defenderse. El espectro, levanta sus manos y un cono de aire gélido inunda la sala, causando un tremendo daño por frío a los hombres, que poco pueden hacer para defenderse.
Mientras, otros chillidos agudos resuenan en los otros torreones de la fortaleza. Sabiendo que están en peligro, Mirul, Fian corren hacia el torreón, mientras ven unas figuras oscuras que reptan desde las torres y emprenden su persecución. Olf, por su parte, sube las escaleras junto al caballero de Doha para acudir al rescate de sus compañeros.
Mirul, antes de que los espectros les alcancen, convoca su poder en un círculo mágico, que impide el paso de dos de las criaturas, mientras que Fian se enfrenta con su maza a los dos seres que logran superar la barrera. A su vez, la elfa lanza proyectiles mágicos que estallan en una explosión de luz sobre los espectros.
Por otro lado, en el salón principal se desata una tremenda lucha contra el espectro de la mujer, que desata su poder helador para acabar con los hombres. Sin embargo, Dobann y Olf logran acertar con sus armas a la criatura, cuya forma difusa parece deshacerse a medida que caen sobre ella los golpes. Finalmente, un último espadazo destruye a la aparición, y su lamento resuena en la fortaleza. Varios de los otros espíritus huyen entonces, mientras que Fian y Mirul acaban con los que no lo hacen.
Así, con la llegada del anochecer, el sentimiento de mal que albergaba la fortaleza desaparece, y el grupo puede acabar de registrar el torreón. Dobann comprueba que todo ha sido saqueado, pero por suerte la cámara secreta de su despacho no fue descubierta. Dentro, el caballero guardaba un par de objetos de gran valor. Entre varios objetos personales, hay una daga de plata, que según cuenta fue bendecida por los clérigos de de Eras-Har (la daga es +2 al daño, y además hace daño sagrado).
-Este arma nos hubiese ido muy bien contra los espectros –dice el caballero con ironía-. Pero puede que volvamos a necesitarla en nuestro viaje. Tomadla uno de vosotros –acaba de decir y les tiende el arma.
Agotados por el duro día, el grupo pasa la noche en la fortaleza, donde Fian usa sus poderes curativos para sanar las graves heridas de Orun, y por la mañana continúan su viaje hacia el norte.

03 abril 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 51

TURNO 51 – Catorce de marzo del año 340, Agna-Anor.
Las ruinas de Agna-Anor son el escenario de una matanza. Hordas de orkos saquean los edificios, eliminando a todos los caballeros de Stumlad que encuentran, sorprendidos y sin capacidad de organizarse, mientras los titanes aplastan a los pocos grupos que resisten.
El grupo de aventureros sabe que el destacamento de soldados está perdido, así que lo único que pueden hacer es huir, y cumplir el último cometido que les pidió el Capitán Caust; alertar en Eras-Har de lo que sucede en las ruinas. Buscando una manera de escapar de la masacre, al final deciden volver a las alcantarillas, y seguir sus túneles hasta las afueras de la ciudad.
De nuevo en los mohosos subterráneos, recorren los pasadizos en dirección este, cuando al llegar a un colector de aguas, se topan con una figura oculta en las sombras. Se trata de un elfo oscuro, un asesino que parece se ha infiltrado por los pasadizos hasta la retaguardia de los caballeros. El grupo acaba con el asesino, pero más de los suyos aparecen, dejando claro que los elfos oscuros se han aliado con los orkos y titanes para sorprender a los caballeros. Tras una dura lucha, el grupo de aventureros derrota a los enemigos, y sin perder más tiempo, emprenden la huída por el pasadizo principal, recorriendo una eternidad en la negrura hasta que el brillo del amanecer aparece al final del tunel.
Una vez en el exterior, emprenden el viaje de seis días de regreso a Eras-Har, evitando varias patrullas de orkos que pululan por los caminos a sus anchas. Sin mayores contratiempo, alcanzan la ciudad, y se dirigen a informar a la Mariscala y al Capitán Orlant. Al oír las noticias de que Agna-Anor ha caído, una sombra de preocupación cubre la sala. El capitán les agradece su ayuda, y les dice que al día siguiente convocará una reunión para decidir el curso a seguir. Parece ser que el capitán Dobann, el antiguo mandatario del fuerte Terain, ha descubierto algo en las montañas del norte, y quiere comunicarlo al consejo de la ciudad.
El grupo se despide del capitán y la mariscala y acaba su jornada llevando la tabla de rezos a la abadía de Korth, donde el monje Auril les agradece su ayuda y les paga el precio por su trabajo (cada uno ganáis 110 mp). El monje se muestra emocionado con este hallazgo, y se pone de inmediato a estudiar las antiguas escrituras.
Una vez fuera, el grupo se despide de Erisal, la mercenaria elfa que les ha acompañado en las últimas aventuras. La mujer les dice adiós con una sonrisa en su rostro surcado por una cicatriz y se dirige hacia la posada de la Jarra y el pincho.

Al día siguiente, en el consejo de la ciudad, se reúne un nutrido grupo de personalidades, y entre ellos se encuentran el grupo de aventureros. Mirul observa curiosa la rígida burocracia de las ciudades humanas, mientras que Olf y Orun se muestran visiblemente incómodos entre tanta palabrería y protocolo. Sólo Fian parece sentirse como en casa, e intercambia saludos y cumplidos con los asistentes.
La reunión es larga y las discusiones se suceden. Las noticias de la caída de Fuerte Terain y de las ruinas de Agna-Anor deja a la ciudad desprotegida por ambos flancos. Varios de los nobles exigen que Stumlad envíe más tropas, otros claman para que la Mariscala contrate más mercenarios. En ese momento Dobann explica que un mal acecha en el norte, y que las fuerzas que les expulsaron del fuerte no fue una simple horda de orkos.
-Temo que la sombra haya regresado –afirma-. Alguien está organizando a los monstruos y criaturas de las montañas y las ha unido bajo un mismo mando. Orkos, trolls, titanes, elfos oscuros siempre han estado ocupados matándose entre ellos, pero ahora atacan de manera organizada.
-Hay rumores de que vuelve a haber actividad en la Minas de Numbar –dice la Mariscala-. Varios exploradores afirman que han visto movimiento en las proximidades, y que sus fuegos volvían a estar activos. Quizás eso tenga algo que ver.
Entonces interviene el abad Auril:
-Pero no podemos olvidarnos de Agna-Anor –responde Caust-. Las ruinas son un punto clave para defender nuestra frontera oriental. Debemos recuperarlas y reforzar las defensas.
Se discute durante horas sobre el plan a seguir, hasta que finalmente se decide seguir dos acciones. Por un lado, el capitán Caust llevará a las tropas de caballeros y soldados a Agna-Anor, con el objetivo de debilitar las tropas enemigas y recuperar el control de las ruinas. Por otro, Dobann dirigirá un grupo de exploradores al norte, y comprobar qué está sucediendo y porqué las minas de Numbar vuelven a estar activas.
Es entonces cuando el Capitán Caust se dirige hacia el grupo de aventureros, que han permanecido en silencio durante toda la reunión.
-Por supuesto, necesitaremos vuestra ayuda -les dice-. Habéis servido bien a la ciudad, así que contamos con vosotros en alguno de estos dos cometidos. ¿Partiréis conmigo a la reconquista de Agna-Anor o preferís ir con Dobann a explorar las minas del norte?
Los cuatro aventureros no tienen claro qué hacer. Por supuesto, el capitán les explica que les pagarán por sus servicios, pero esa no es la duda. Tras un intenso debate, deciden finalmente ir al norte. Mirul está decidida a investigar que oscuro mal ha renacido en las montañas, mientras que Olf desea salir de la ciudad, al igual que Orun, que echa de menos la naturaleza. Fian por su parte está convencido de que en el norte pueden aportar mucho más en la solución, que yendo a luchar a las ruinas del este.

-Entonces está decidido –afirma la Mariscala poniendo fin a la reunión-. El futuro de Eras-Har, y quizás de todo el norte, depende ahora de vosotros –dice mirando a los dos caballeros-. Que Korth esté con vosotros.

03 marzo 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 50

TURNO 50 – Doce de marzo del año 340, Agna-Anor.
Por la mañana, y con el recuerdo de la dura lucha contra el titán y los orkos, el grupo de aventureros se reúne con el capitán Caust.
- Nos quedaremos aquí y resistiremos –les dice el veterano caballero-. No pienso ordenar la retirada. Estas ruinas son una posición crítica y debemos defenderlas para impedir el paso de los ejércitos enemigos. Por ello, no seguiré el consejo que envían desde Eras-Har. Lo he consultado con mis sargentos y todos estamos de acuerdo; nos quedaremos aquí. 
El capitán les pide que, cuando regresen a la ciudad, lleven este mensaje a la Mariscala. Sin embargo, el grupo le explica que han venido en busca de una antigua reliquia, la Tabla de Rezos que les pidió el Abad Auril que encontraran en la antigua biblioteca de Agna-Anor. El capitán les desea suerte, así como les explica que sus hombres han explorado las alcantarillas de la ciudad, y que no han encontrado ninguna biblioteca ni nada que se le pareciese. Además, encontraron un enorme rastrillo de hierro que cerraba el paso, así que, tras garantizar que nadie podía atacarles por esos pasadizos, decidieron cerrarlas.
- Si lo deseáis –les dice el capitán-, hay un acceso cercano al torreón del vigía, por donde pueden entrar.
Así, a media mañana el grupo se dirige a la entrada de las alcantarillas. Se trata de una losa de piedra que cierra un pozo que desciende en la oscuridad y del que sale un hedor nauseabundo. Uno a uno, bajan por el pozo hasta encontrarse en un pasadizo circular de paredes de piedra, cuyo lecho se haya inundado por el lodo y cubierto por aguas estancadas y pestilentes hasta casi cincuenta centímetros.
Empiezan a explorar los túneles, hasta que encuentran un amplio pasaje cerrado por una pesada verja de hierro negro y enmohecido, que parece tener un mecanismo de abertura, una conducción en el techo que se pierde por el pasillo al otro lado. Sin poder pasar, el grupo se dirige al norte y recorre varios pasadizos, hasta que se encuentran con un derrumbe que bloquea totalmente el paso.
En ese instante, Mirul escucha un ruido, el sonido del agua al moverse y crear un ligero oleaje. Sea lo que sea, el ruido se oye cada vez más cerca. Atrapados en el callejón sin salida, el grupo se dispone a hacer frente a lo que se acerque. Aguardan en tensión observando el oscuro túnel. Orun coloca la antorcha en la pared y blande sus dos espadas. Olf aferra su hacha. En ese instante, las aguas se sacuden por un intenso oleaje, y una babosa de cuerpo bulboso y oscuro se alza ante Orun y ataca, seguida de otras cuatro sabandijas que nadan por las aguas. La critura arrastra al salvaje al agua, y le clava sus fauces en el hombro, inyectándole el tóxico de sus colmillos. Olf despedaza a la criatura que aprisiona a Orun, mientras que la mercenaria Arisal abate a otra de un flechazo.
Entonces las babosas pasan de largo, y siguen nadando hasta el derrumbe, donde desaparecen bajo las aguas. Entonces les queda claro que esas criaturas huían de algo… el sonido del agua al desplazarse se oye de nuevo, más cerca.
Sin tiempo para prepararse, el grupo se vuelve hacia la oscuridad del túnel, donde emerge una gran sombra que parece ocuparlo todo. Mirul convoca su poder arcano y un proyectil de fuego ilumina el pasadizo, explotando en una catarata de llamas que prende fuego a su rival. Las llamas muestran la figura de piel escamosa piel y cuerpo alargado que avanza ondulante sobre las oscuras aguas. Entonces se alza rompiendo las aguas y abre unas enormes fauces plagadas de afilados colmillos a la vez que emite un agudo silbido. Se trata de una serpiente gigante, que avanza envuelta en llamas y se lanza sobre el primero que ve, Orun, que se mueve a un lado justo para esquivar los colmillos venenosos.
Mientras la enorme serpiente trata de alcanzar al ágil salvaje, el resto desatan una lluvia de ataques sobre el monstruo, que recibe flechazos, hachazos y varios proyectiles mágicos, hasta que por fin, cae muerta sobre las aguas verdosas.
Tras el duro combate, el grupo decide qué hacer a continuación. Las babosas han huido por un espacio bajo el derrumbe, y encuentran con facilidad el agujero. Usando una cuerda atada a la cintura, Olf bucea por las pestilentes aguas, siguiendo un estrecho paso que se abre entre los cascotes. Tras dos intentos, el bárbaro encuentra un pasadizo al otro lado, y tira de la cuerda para avisar a sus compañeros. Uno a uno, los aventureros pasan por el pasaje inundado, alguno tragando más agua de la cuenta, y pronto se encuentran todos en un nuevo pasaje.
Desde aquí siguen investigando los pasajes, buscando acercarse a lo que suponen es el centro de la ciudad. Tras seguir varios pasadizos, llegan a una escalera de piedra que baja hacia un nivel inferior y cuyos escalones se encuentran cubiertos de musgo. Descienden en la negrura hasta llegar a una puerta de piedra que cierra el camino, sobre el que se lee en un grabado “biblioteca de Agna-Anor” y a cuyo lado hay una herrumbrosa palanca de hierro. ” Al accionar la palanca, la puerta de piedra se abre y permite pasar al interior de una majestuosa sala de altas estanterías repletas de libros y gruesos volúmenes. Es una enorme sala, repleta de estantes en los que se apilan infinidad de documentos, libros y volúmenes. Una escalera derruida subía a un nivel superior, pero ahora no es más que un montón de cascotes y el paso hacia arriba está cerrado. En una mesa que ocupa el centro de la biblioteca destaca un soporte de piedra sobre el que hay una tabla de piedra adornada con infinidad de  antiguos grabados. El paladín Fian, con el corazón aporreando su pecho, examina el grabado y reconoce que se trata de la Tabla de Rezo que venían a buscar. Con el sagrado objeto en su poder, además de algunos libros con aspecto de ser muy antiguos, los aventureros buscan la manera de abandonar estos pasadizos.
Tras llegar a la sala de control de los rastrillos, logran levantar la verja que cerraba el paso y por allí pueden llegar al pozo por donde entraron en las alcantarillas. Ansiosos por salir de esas profundidades, escalan hasta la superficie, donde salen en medio de noche.
Sin embargo, les recibe el sonido de la guerra, de los gritos y el entrechocar del metal de una batalla. La calle y el torreón están plagados de cadáveres de caballeros y orkos, mientras que varios titanes se vislumbran al este, atacando la torre del capitán Caust.
Apesumbrados, los aventureros ven que se trata de un ataque a gran escala, en que orkos y titanes arrasan a las fuerzas de Stumlad y aniquilan a los humanos. A simple vista, parece el fin de los caballeros.


24 febrero 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 49

TURNO 49 – Once de marzo del año 340, Eras-Har.

Después de dedicar la tarde a realizar varias tareas, entre ellas aprovisionarse con ingredientes curativos, con los que Mirul elabora una poderosa pócima curativa basada en la planta Etalan, el grupo dedica la noche a descansar.

A la mañana parten junto a Erisal en dirección este, siguiendo río arriba el Durn, y adentrándose en las tierras abandonadas cercanas a las montañas. Durante seis días viajan sin imprevistos, hasta que una tarde, entre la niebla que cubre el nevado paisaje, Orun detecta alguien que se acerca.
Rápidamente, todos se ocultan a un lado entre los árboles, desde donde ven pasar a toda velocidad a un grupo de cuatro hiallus montados por orkos. Las criaturas no les descubren, y siguen su carrera hacia el oeste, mientras su líder les exhorta algo en orkan.
Una vez pasado el peligro, Erisal les explica que el orko gritaba “¡Más rápido! Tenemos que encontrar a ese hombre antes de que escape”.

Sin mayores contratiempos, el grupo corona una colina y tras dejar atrás un bosque de abetos de hoja negra, contemplan los restos de la antigua ciudad de Agna-Anor. Se trata de lo que siglos atrás debió ser una majestuosa urbe, de altos edificios de piedra gris, desmoronadas por el paso del tiempo y la guerra. Torres y cúpulas se alzan todavía sobre los restos de las casas, aunque sus piedras erosionadas les otorgan un aspecto fantasmal. El centro de la ciudad se encuentra anegado por las aguas del río Durn que baja desde las montañas, inundando las calles centrales y con un grupo de edificios sobresaliendo como una isla en medio de su cauce.
Ya está anocheciendo cuando se acercan a los restos de las desmoronadas murallas, momento en que se topan con cuatro caballeros que aparecen entre los edificios y les apuntan con arcos, dándoles el alto. Tras identificarse, los caballeros les dejan pasar y les guían al interior, hacia el campamento de los caballeros. Durante la marcha entre las calles derruidas, uno de los caballeros les explica el curso de la guerra.
- La situación es desesperada. Hemos luchado durante meses contra los orkos que ocupan la parte oriental de la ciudad, y los habíamos mantenido a raya sin demasiados problemas. Pero hace una semana cambió todo. El enemigo lanzó un ataque a gran escala, y al frente de las tropas iban una decena de titanes, criaturas altas como un edificio que arrasaban con todo a su paso. Decenas de compañeros murieron ese día, mientras que sólo conseguimos derribar a uno de ellos. Así, nos vimos obligados a retroceder y ahora sólo controlamos una cuarta parte de la ciudad.
El grupo llega a la plaza del mercado, que aún conserva los edificios donde estaban los puestos y tiendas. En la actualidad, estos edificios son el refugio de los caballeros de Stumlad, siendo casi veinte locales y tiendas donde se han instalado catres, armerías y almacenes. Al Nordeste de la plaza, en el gran torreón de piedra, tiene sus dependencias el capitán Caust, así como sus sargentos y los miembros de su guardia. Se trata de un edificio de cinco plantas de altura, que ha permanecido indemne al paso del tiempo. El Capitán ocupa la planta superior, y allí se dirige el grupo para entregar el mensaje del capitán Dobann de Eras-Har.
El capitán es un veterano guerrero enfundado en la pesada coraza de la orden de Stumlad. Tiene el cabello corto ya salpicado por las canas, y sus ojos azules han perdido el brillo de la juventud. Con gesto hastiado, lanza el pergamino al fuego de la chimenea y maldice.
- Necesitamos tropas y simplemente recibo una nota en que me plantean la posibilidad de abandonar la ciudad y regresar a Eras-Har. ¿Para eso hemos luchado tanto? –niega con la cabeza-. En fin, mañana tendré una respuesta, pues debo departir con mis sargentos. Hasta entonces, quedaros en el campamento y seguir las órdenes. Recordad que estamos en guerra.
Mientras, Olf habla con un clérigo que ofrece una misa a los caballeros en medio de la plaza y le pregunta sobre la tabla de rezos que han venido a buscar, y donde puede estar la antigua biblioteca. El clérigo no sabe nada al respecto, y dice que no ha visto ninguna biblioteca en las ruinas.
Fian reflexiona al respecto y considera que la biblioteca debe estar en algún lugar protegido, pues antiguamente los libros eran objetos aún más valiosos y se guardaban a salvo de los elementos y otros peligros.
Al ir a pasar la noche, el grupo decide repartirse y Mirul, Fian y Erisal van a la torre del campanario para ayudar en la vigilancia, mientras que Orun y Olf se quedan en el campamento. Las dos elfas y el paladín se apostan en lo alto de la torre y ayudan en las guardias.
Durante el turno de Mirul, la elfa le parece ver una torre que se mueve en las cercanías, alerta a sus compañeros y uno de los caballeros duda en dar la alarma. Al final, Mirul tira de la cuerda y la campana resuena en la noche, justo cuando un grupo de orkos surge entre las calles sale a la carrera hacia la torre. Al frente avanza una criatura enorme, de casi diez metros de altura y de amplia constitución, abultado estómago y fuertes brazos que blanden un tronco de árbol a modo de garrote. Tiene la cabeza calva y el rostro grotesco, adornado con aros de hierro y macabros pendientes, mientras viste con largas pieles y sus poderosas piernas pisotean con rabia haciendo temblar el terreno a medida que avanza.

La elfa reacciona conjurando uno de sus hechizos y un proyectil brillante cruza la noche, para impactar de pleno en el gigante y llenar la calle de llamas, matando a varios de los orkos. A pesar del fuego, el enemigo sigue avanzando bajo el ataque de las flechas, y alcanza la torre donde se enfrentan a los caballeros. El titán describe un tremendo golpe con su garrote que alcanza a Fian, aplastándolo y dejándolo moribundo. Después se vuelve y destroza a otro caballero de un golpe que lo lanza al vacío. Mirul aparta a Fian del combate y le aplica la pócima curativa que había creado, salvándole la vida. Justo en ese momento aparecen los refuerzos que llegan del campamento, con Olf y Orun al frente. El bárbaro carga contra el titán, cortándole los tendones de la pierna de un terrible hachazo. El gigante se desploma como un árbol talado y cae muerto entre los cascotes.

15 febrero 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 48

TURNO 48 – Diez de marzo del año 340, Eras-Har.

A la mañana siguiente, después de una noche de descanso, el grupo se presenta primero en el fuerte de los Yelmos Negros, donde acompañan al Capitán Dobann y los caballeros supervivientes. La noticia de que la caída de fuerte Terain ha corrido como el fuego por la ciudad y cuando los aventureros cruzan las nevadas calles hacia el centro de la urbe muchas personas les preguntan por estos rumores. Algunos se lamentan, mientras que los más agoreros claman diciendo que esta es otra señal del mal que resurge en el norte.
Una vez en la fortaleza, el Capitán Orlant saluda a los recién llegados, intercambia varias impresiones con Dobann y deciden mantener una reunión privada, a la que invitan a los miembros del grupo que sobrevivieron.
- Sin duda no son buenas noticias –asiente Orlant al oír la marea de orkos que asoló el fuerte y exterminó a los caballeros-. Las fuerzas enemigas se multiplican a nuestro alrededor. Nosotros apenas conseguimos hacer frente a los ataques que asolan los campos. Luchamos sin descanso día tras día, pero vamos perdiendo terreno poco a poco.
- La presencia de algo terrible en el norte es una realidad –interviene Dobann-. No soy de esos que se creen las historias de viejas que cuentan algunos sobre el nigromante en el norte y demás, pero lo que he visto estos meses en las montañas no tiene otra explicación. Además… -hace una pausa antes de seguir, mira a quien les rodea y parece plantearse si hablar en voz alta-. Hay algo que sucedió en  nuestros últimos días en el norte y que no he explicado aún.
El capitán relata entonces la historia de una patrulla que envió a una exploración al norte de Terain. Pero fueron atacados y masacrados, y sólo uno regresó con vida. Moribundo, habló de que les había atacado un dragón.
- ¿Un dragón? –salta Orlant-. ¡Eso es imposible! Los dragones no son más que leyendas, historias para asustar a los niños.
- Sólo sé lo que dijo el caballero –continua Dobann-. Entre delirios, habló de un gigantesco dragón rojo que apareció en el cielo, mientras se dirigían a las minas de Numbar. Su fuego mató arrasó a la patrulla, y sólo él sobrevivió fingiendo estar muerto.
Yo tampoco creería esas historias, si no hubiese visto al caballero. Tenía todo el cuerpo quemado y lleno de ampollas. Aún me pregunto de donde sacó las fuerzas para recorrer el camino de regreso al fuerte y explicar lo sucedido.
- Estamos en una situación crítica –asiente Orlant-. Nuestras fuerzas se debilitan mientras el enemigo aumenta su poder… no podemos continuar así. Enviaré un emisario a Solak informando de lo sucedido, y pediré refuerzos. Mientras, lo que me preocupa es el destacamento que defiende las ruinas de Agna-Anor. El Capitán Caust lidera a los caballeros que resisten el ataque principal de los ejércitos orkos. Sin duda, debe saber lo que aquí está pasando.
- No podemos perder esa posición –advierte Dobann-. Pero está claro que debe saber que está en peligro, sobre todo si un dragón rojo surca los cielos del norte.
- Bien, entonces este será el plan –dice Orlant-. Enviaré un grupo a las ruinas para alertar a Caust, a la vez que puede ayudarle a mantener la defensa del río. Por otro lado, necesitamos alguien que vaya a la capital, Solak, e informe de lo sucedido, alguien con autoridad para hablar con el mismo Rey Edoar.
- Yo iré a Solak –afirma Dobann-. Explicaré la derrota de Terain y aceptará el castigo por mi fracaso. Si el Rey mantiene su confianza en mí, volveré para continuar la lucha, espero que al frente de un gran destacamento de caballeros.
- Bien, ahora necesitamos alguien que pueda llegar a Agna-Anor e informar a Caust –sigue Orlant y se vuelve hacia los aventureros-. En estas semanas que lleváis a mi cargo habéis demostrado ser dignos de confianza y llenos de recursos. Os pido ahora que crucéis el territorio hacia el este y vayáis a Agna-Anor para poneros al servicio de Capitán Caust. La exploradora Erisal será vuestra guía.

El grupo abandona el fuerte poco después del mediodía. Es entonces cuando se dirigen a la abadía de Sant Foint, para encontrarse con el Abad Auril y darle la Tabla de Rezos que encontraron en el bosque de la araña.
El religioso se muestra muy agradecido con ellos por haber completado el encargo, y les recompensa con 100 monedas de plata a cada uno.
- Sin duda, habéis demostrado ser dignos servidores de Korth –asiente el anciano.
Fian le explica que han recibido el encargo de ir a Agna-Anor, para alertar del peligro que se cierne desde el norte.
- Sin duda la oscuridad y la blasfemia se ciernen sobre nosotros –afirma Auril-. Pero quizás podáis ayudarnos también durante vuestro cometido en la ciudad en ruinas. Veréis, la recuperación de la Tabla de Rezos y el diario de Jocan me ha permitido estudiar sus grabados y descubrir que un mensaje se ocultaba entre sus runas. Sin embargo necesito el resto de las tablas para poder descifrar por completo el mensaje. Según el diario del Padre Jocan, la segunda de las tablas se encuentra en las ruinas de Agna-Anor, la antigua ciudad que hay al Este y donde nuestras tropas se enfrentan con las hordas de orkos que han invadido la región. Ya que os dirigís hacia allí, os pido que encontréis entre las ruinas la segunda de las Tablas de Rezo, antes de que los efectos de la guerra la destruyan. Por lo que he podido descifrar, la tabla puede estar en la antigua biblioteca que había en el centro de la ciudad.
Con esta información, el grupo se despide del religioso y sale de la abadía.


02 enero 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 47

TURNO 47 – Ocho de marzo del año 340, Eras-Har.

Tras el duro combate contra las arañas gigantes y la sorpresiva aparición del capitán Dobann y sus caballeros, el grupo tan sólo tiene tiempo de intercambiar unas palabras con el caballero de Stumlad, que les explica su historia:
Hace diez días, por la noche, un ejèrcito de orkos dirigidos por elfos oscuros asaltó Fuerte Terain, matando a mucho, y sólo unos pocos consiguieron huir al sur. Perseguidos por una horda de orkos y elfos, se vieron obligados a entrar en el Bosque de la Araña, donde fueron emboscados en un sendero. Sólo ellos tres escaparon al ataque y huyeron al sur.
Sin tiempo para más, el grupo de aventureros y los caballeros se dirigen por los senderos al sur, recorriendo el camino de vuelta mientras sienten el apremio de ser perseguidos. Al poco tiempo, una explosión retumba en el bosque, señal de que alguien ha activado el glifo explosivo que Mirul había puesto en el claro del gran olmo.
Con la llegada de la tarde, una fuerte tormenta se desata en el bosque y los senderos se convierten en un barrizal. Uno de los caballeros, herido en una pierna, no puede seguir más y necesita hacer un descanso. El grupo se detiene en un claro, donde Fian atiende la herida del caballero, mientras Orun y Olf montan guardia a ambos lados.
Olf vigila el sendero occidental, pero la lluvia y la vegetación impide ver más allá de unos metros. De pronto siente un movimiento entre las ramas, y un leve chasquido es seguido de una pua afilada que se clava en su cuello. El bárbaro se dispone a dar la alarma, pero no puede moverse, paralizado por el veneno. Al momento aparece descolgándose de los árboles una gran criatura de cuerpo de serpiente y torso humanoide de cuatro brazos acabados en garras. Su rostro es una máscara monstruosa, con leves rasgos de mujer. Se trata de una salamandra de los bosques, que se mueve sigilosa para acabar con el bárbaro sin que sus compañeros se percaten de ello. Por fortuna, Olf logra recuperarse de la parálisis y responde con un grito y un golpe de su hacha, que apenas hiere a la salamandra, que le provoca graves heridas con sus garras. El bárbaro, retrocede al interior del claro, donde Irasal, la mercenaria elfa, reacciona con rapidez, carga su arco y acierta con una flecha en pleno rostro de la salamandra, que cae al suelo entre convulsiones, moribunda.
En ese preciso instante, Orun alerta de que alguien se acerca por el otro sendero. Sin tiempo para planear una estrategia, todos se ocultan entre la vegetación, justo antes de que un grupo de tres elfos oscuros irrumpan por el sendero al mando de veinte orkos. Su capitán es un elfo con el rostro cruzado por una cicatriz, que observa el claro con desconfianza y dice algo en su idioma a los que le siguen. Fian, temiendo que les van a descubrir, le pide a Mirul que utilice su magia. La elfa entonces se mueve entre los árboles y recita su conjuro. El líder de los elfos oscuros descubre a la mujer, y puede alertar a los suyos, justo antes que un proyectil flamígero surja de sus manos y estalle en una gran explosión de fuego en el centro del claro. Muchos orkos y elfos caen malheridos por el fuego y esta situación la aprovechan para irrumpir en el claro y acabar con el resto. A pesar de usar sus capacidades mágicas para envolver de oscuridad, el grupo de aventureros junto a los caballeros acaban con todos los enemigos.

Una vez finalizada la lucha, siguen huyendo hasta salir del bosque, donde toman los caballos que habían dejado fuera y emprenden el camino de regreso a Eras-Har, donde llegan ya bien entrada la noche.

04 diciembre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 46

TURNO 46 – Siete de marzo del año 340, Eras-Har.

A la mañana del día siguiente, el grupo partió de Eras-Har con destino al Bosque de la Araña, acompañados de dos mercenarios ya conocidos, Daho, el soldado que formaba parte de su patrulla en la ciudad, y la elfa de los bosques Erisal, con la que Olf había tenido un encuentro poco afortunado una noche en la posada La Jarra y el Pincho.
El grupo había decidido aceptar la misión que les propusieron desde la abadía de ir en busca de los restos del monje desaparecido hace décadas, y fueron a hablar con el capitán Orlant para comunicárselo. El hombre, que se acababa de reunir con sus sargentos para reorganizar las patrullas, después de la detención del sargento Dele’Or, se mostró conforme con que cumplieran ese encargo para la abadía.
-Es un lugar peligroso el Bosque de la Araña –dijo el capitán.
-Sí, el propio nombre ya indica que nos encontraremos con esas alimañas –respondió Olf con suficiencia.
-Y cosas peores –asintió Orlant-. Se dice que entre sus senderos se ocultan entradas a las galerías por donde los elfos oscuros salen de la infraoscuridad. Debéis tener cuidado.
Para ayudarles, les ofrece los servicios de dos mercenarios; por un lado Daho con el que ya han compartido aventuras, y por otro Erisal, la única que ha estado en el bosque con anterioridad.
Después, el grupo fue a la abadía para hablar con el Abad Auril, en busca de información y remedios curativos para el veneno de araña.
-Descubrí la historia de Jocan revisando el dietario del tercer abad anterior a mí –les explicó el viejo religioso-. Parece ser que el monje estaba estudiando una Tabla de Rezos donde se narraba la historia de la huída de Korth al frente de los refugiados de Agna-Anor hacia el oeste. Por ello, entró en el bosque para seguir los pasos de nuestro salvador, pero algo le debió suceder, pues nunca regresó. Y con él se perdió la Tabla.
Por otro lado, Mada, una clérigo experta en alquimia se encarga de ofrecerles remedios curativos, y el grupo compra 2 antídotos para el veneno de araña gigante y 4 pócimas curativas (curan 1d10+6), por un total de 90 mp.
Así, el grupo marcha a caballo durante toda la mañana hacia el oeste, cruzan el puente de piedra sobre el río Durn y llegan al bosque a primera hora de la tarde. Se trata de una espesa aglomeración de altos abetos de hoja negra, que ocupa un valle que se abre en las primeras estribaciones de las montañas Kehalas. Dispuestos a seguir el trayecto que debío realizar Korth y los refugiados, el grupo se adentra por un sendero del este hacia el interior del bosque. Se trata de un camino abrupto y serpenteante, que discurre entre los enormes y altos troncos de los árboles, mientras que infinidad de nudosas raíces surgen de la tierra y matorrales plagados de espinas ocupan los márgenes. Una vez se adentran en la frondosidad, la oscuridad se cierne sobre ellos, ya que en el lecho apenas alcanza la luz del sol, mientras un silencio sepulcral reina entre las copas.
Tras avanzar durante un par de horas por un laberinto de senderos, dirigiéndose hacia el norte del bosque, el grupo llega a un claro. Al ir a investigar posibles huellas, un ruido les alerta, antes de ser atacados por media docena de orkos que yacían apostados entre los árboles. Los aventureros acaban con facilidad con los orkos, y Olf interroga con pocos miramientos al último de ellos.
-Estamos siguiendo a unos sucios humanos como vosotros –balbucea el orko en su lengua, que Erisal conoce-. Se trata de hombres de armadura como tú. -señala al paladín Fian-. Les perseguimos desde las montañas, donde matamos a muchos y quemamos su fortaleza. No quedan más de diez y se refugiaron en el bosque y ahora les estamos cazando…
Tras dar muerte al orko, el grupo sospecha que algo terrible ha debido pasar en Fuerte Terain y que quizás son Dobann y sus caballeros los que son perseguidos por los orkos.
Con esta información, pasan la noche en el claro, durante la guardia de Olf y Erisal descubren una luz azulada que se proyecta en el cielo durante unos segundos. Ninguno de los dos saben lo que es, pero calculan que la luz surgió de unos pocos kilómetros al norte de su posición. Durante la guardia, Olf charla con la elfa, y la indiferencia de ella cede ante las palabras de Olf, sobre todo después de haberle visto masacrando orkos.
Por la mañana el grupo sigue su búsqueda por el bosque, tratando de llegar al punto donde habían visto el rayo de luz. Así, tras varias horas recorriendo senderos, alcanzan un gran claro que se abre alrededor de un gigantesco olmo, de aspecto milenario y raíces gruesas que sobresalen de la hierba. Entre las gruesas raíces del olmo, se adivinan unas cavidades oscuras, por donde puede entrar un hombre.
Orun investiga las ramas del olmo y descubre varios bulbos que cuelgan de las ramas, capullos de cría de araña. Él y Olf se adentran en el claro, para investigar las huellas, y descubren el rastro de unas pisadas livianas, como de elfos. Pero en ese momento, una araña de un tamaño descomunal se desprende colgando de un filamento y cae sobre Olf, atrapándole con sus patas peludas y dispuesta a tirar hacia arriba con su presa. Orun reacciona saltando sobre el cuerpo hinchado y ponzoñoso de la alimaña, mientras que Fian agarra una de las patas para evitar que la criatura escape con su amigo. El paladín gracias a su fuerza, retiene a la araña el tiempo suficiente para que Orun use sus espadas para cortar el hilo de telaraña. La sabandija cae en el claro y retrocede, mientras recibe los ataques del grupo y se lanza sobre Fian, clavándole sus mandíbulas chorreantes de veneno. El paladín retrocede y bebe uno de los antídotos antes de sufrir los efectos.
En ese instante, una nueva araña cae de la cúpula arbórea y aprisiona a Mirul. Mientras acaban con la primera araña, Olf se vuelve y cargando con furia se lanza sobre la criatura antes de que pueda llevarse a la elfa. El bárbaro descarga un tremendo hachazo en la cabeza de la araña, que estalla salpicando con su sangre verdosa alrededor.
En medio del caos del combate, una tercera araña ataca a Erisal, pero el grupo logra detenerla, y esta criatura cae bajo los ataques combinados de todos y recibe el golpe final del bárbaro.
Una vez terminada la dura lucha, el grupo investiga las oquedades bajo el tronco del olmo. Allí encuentran un espacio donde hay una pila de huesos y restos de los pobres desdichados que cayeron bajo las arañas. Entre ellos, encuentran el hábito de un monje, y entre sus cosas se halla una tablilla de arcilla con viejas inscripciones. Se trata de la tabla de rezos.
Mientras se disponen a alejarse de ese lugar, un ruido les alerta. Tres figuras aparecen por el sendero del norte, resoplando sonoramente. Se trata de tres hombres vestidos con armaduras, con aspecto agotado y vendajes cubriendo alguna herida. Al frente camina un hombre que blande una pesada espada de doble puño. Se trata del capitán Dobann. Su rostro se ilumina por la sorpresa al ver a los aventureros, pero en vez de saludarles, simplemente les alerta mientras corre hacia ellos:

-¡Nos persiguen!

20 noviembre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 45

TURNO 45 – Seis de marzo del año 340, Eras-Har.

Con el nuevo día, Fian se dirige a la abadía de Sant Foint, para ofrecer sus servicios. Allí, después de saber que el paladín ha ayudado a la ciudad en el reciente caso de corrupción de uno de los sargentos de los Yelmos Negros, le ofrece una misión en concreto.
- Necesitamos fieles como vosotros, dispuestos a defender con bravura nuestras ideas. -os dice el religioso antes de proponeros una misión-. Se trata de recuperar las Tablas de Rezo, objetos de los antiguos clérigos de nuestra orden que fueron perdidos en los días antiguos. Abad Auril, líder de este templo, ha estado estudiando en los viejos volúmenes y ha descubierto que una de las tablas desapareció en el Bosque de la Araña, cuando el clérigo que la custodiaba fue atacado durante un viaje. Esos objetos son sagrados para nosotros y sería un gran servicio a nuestra orden si pudierais devolver las tablas al templo. Según lo viejos volúmenes, hace más de cuarenta años, el clérigo Jocan custodiaba la Tabla de Rezos. Dedicado al estudio, partió hacia el bosque de la Araña para examinar las raras plantas que allí crecen.
Fian le indica al monje que le propondrá la misión a sus compañeros y vendrá con una respuesta. A su vez, aprovecha para ir a ver al Abad Auril, al que pregunta sobre el colgante que encontró en el cadáver del elfo oscuro.
- Os veo muy interesado por los elfos oscuros –le explica el religioso-. Este colgante es un símbolo de Izz, la diosa de esta raza de herejes. Es una diosa malvada y corrupta, que promueve el uso de venenos y otras sustancias para eliminar a los hombres que se guían por la palabra de Korth.

Tras esta reunión, Fian regresa al fuerte de la milicia, donde se reúne con sus compañeros para decidir qué hacer con el ofrecimiento que les han hecho.


15 noviembre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 44

TURNO 44 – Cuatro de marzo del año 340, Eras-Har.

El grupo se presenta a primera hora en el patio de la fortaleza de los Yelmos Negros para su guardia diaria. Dele’Or les encarga vigilar la plaza del mercado, y a eso se dedican durante la mañana, tan sólo teniendo que intervenir en un caso de un ladrón que trata de hacerse con las ventas de un alfarero.
Por la tarde, un soldado aparece e informa al sargento de un crimen. La patrulla se dirige a la posada Cielo del Norte, donde se encuentran con dos Yelmos Negros que vigilan la puerta. En el interior, hay una veintena de clientes, que aguardan a un lado, mientras que en el centro de la estancia yace el cuerpo de un hombre vestido con ropas baratas de cuero. El sargento pregunta por lo sucedido, y el dueño de la posada explica la historia:
- Todo empezó cuando Faese –dice señalando al cadáver- se encaró con otro cliente. Empezaron a discutir, y la cosa hubiese llegado a mayores si yo no llego a intervenir. Al llegar los soldados, Faese se calmó y siguió bebiendo en su mesa. Pero, de pronto, se derrumbó sobre el suelo. Al acercarme, ya estaba muerto.
Tras investigar en la posada, Mirul encuentra señales en el cadáver de que ha sido envenenado. A su vez, al registrar sus bolsillos, encuentra un saquito con un polvo en su interior. La elfa reconoce que se trata de polvo de Sueño de Liz, una de las drogas más populares en la ciudad. Se lo comunica al sargento, que requisa la droga y argumenta que se lo explicará al capitán.
Por otro lado, al preguntar a los clientes, averiguan que Faese era un cliente habitual, pero que esa noche estaba especialmente nervioso. Cuando se encaró con el otro hombre, perdió los papeles al momento. Parecía muy asustado.
También hablan con el hombre que tuvo el conflicto. Se trata de Harly, un ratero local que ha permanecido todo el rato en un rincón. El hombres dice que él no sabe nada, que sólo quería hablar con Faese, pero que éste se encaró con él.
Al oír su pobre explicación, Dele’Or decide dar el caso por cerrado:
- Está claro que este bribón es el culpable –exclama el sargento-. Detenedlo ahora mismo y encerradlo en las celdas de lo alto de nuestro fuerte. Así daremos una lección a estos granujas que se creen que todo está permitido en Eras-Har. Está claro que estos dos estaban discutiendo por algún tema de drogas y por eso lo mató. Ahora pagará el precio en la horca.
Al instante, dos yelmos negros apresan a Harly y lo llevan a empellones hacia la fortaleza, mientras el ratero pide clemencia al sargento a gritos.

A pesar de la decisión del sargento, el grupo no ve nada claro el asunto, así que decide investigar por el barrio norte. Tras en un encuentro con un grupo de traficantes, detienen a uno de ellos, Fier, y lo llevan al cuartel. Su sorpresa es mayúscula cuando el sargento Dele’Or les da la orden de soltar al prisionero y no remover más el tema del asesinato.
Por otro lado, Fian se acerca a la abadía para hablar con los monjes que recogieron el cadáver. Los religiosos le explican que han examinado el cuerpo, y han descubierto que alguien pinchó en la mano Bilis de Dragón, un poderoso y costoso veneno que pocas veces se ve. Alguien había usado un veneno muy valioso con el Faese, y Harly no parecía el tipo que pueda comprar algo así.

Decididos a descubrir qué está pasando, y al no poder hablar con Harly, ya que el sargento se lo impide, deciden ver al prisionero antes de que sea ejecutado al amanecer. Para ello, Orun trepa por la fachada de la fortaleza, evitando el encuentro con los guardias que vigilan los torreones, y se reúne con el pobre prisionero, que tirita de frío en lo alto de la celda.
Harly no duda en explicar que forma parte de una banda que trafican con drogas en la ciudad, y que deben pagar parte de sus ganancias a Dele’Or por su cobertura. También les relata que Faese se negó a seguir pagando al sargento, y que él intentó convencerle para que no lo hiciera. Al saber de sus intenciones, Dele’Or usó a sus soldados para asesinar a Faese, y ahora le utiliza a él como cabeza de turco.
Harly le explica también que trabajan desde un edificio en ruinas que hay junto al río. Allí es donde esconden la droga, donde la recogen, y donde llevan las ganancias cuando acaban su jornada. Este escondite es una vieja torre de piedra que está en la orilla sur del río

El grupo se dirige entonces a la torre en ruinas. Se trata de una torre circular de tres plantas de altura, pero cuya fachada está resquebrajada en varios puntos. Una montaña de escombros cubre la puerta, pero una grieta en un lado lleva al interior, custodiada en plena noche por dos Yelmos Negros. Orun se acerca en sigilo a la torre y espía el interior, donde ve al sargento que habla con seis traficantes que hay dentro, repasando lo que han logrado vender durante el día. Entonces el sargento se queda con una parte del dinero ganado, que reparte con sus soldados antes de volverse.

Con esta información, a primera hora del día se presentan ante el capitán y acusan al sargento. El capitán se muestra dudoso, pues la acusación es muy grave. Por su parte, Dele’Or se muestra indignado y pide que expulsen a esos indeseables.
Para probar sus palabras, van al dormitorio del sargento. Allí, Mirul encuentra un tablero suelto, y bajo él varias bolsas con grandes cantidades de dinero.
Al descubrir las monedas, el capitán da la orden de arrestar al sargento, mientras que Harly es puesto en libertad. Dele’Or, entre gritos y amenazas, es conducido a la celda en lo alto del torreón, para ser ejecutado al día siguiente.

23 octubre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 43

TURNO 43 – Tres de marzo del año 340, Eras-Har.

Por la mañana, los aventureros disfrutan de su merecido día de descanso después de haber pasado la noche protegiendo a la Mariscala y al Capitán Orlant del ataque de los elfos oscuros.
Olf permanece en los barracones, para descansar y curarse las heridas. Echado en la cama, valora la posibilidad de contactar con Viesa de Liriam, pero no tiene forma de contactar con ella. Fian utiliza sus rezos a Korth para ayudar a su compañero, y recita varios milagros de curar heridas. Tras conseguir 6 aciertos, desiste de seguir rezando a su dios.
Por su parte, Miriel se dirige al despacho del capitán a hablar con él. La elfa registró los cuerpos de los asesinos elfos, pero no encontró nada que indicara de dónde venían.
- Los elfos oscuros rara vez dejan las profundidades –le dice Orlant-. Pero ahora se han aliado con las hordas de orkos, y está claro que tenían un objetivo claro anoche; eliminar a los líderes de la región.
- ¿Quién los envía entonces? –pregunta la elfa.
- El mismo que lidera a las tropas que asolan nuestros campos desde hace años –responde el capitán-. No sabemos quién comanda los ejércitos de orkos, pero sí que lo hace desde las ruinas de Agna-Anor, donde un destacamento completo de caballeros impide su avance.

Tras hablar con el capitán, la elfa coincide en la avenida de Korth con el carruaje que vieron el día anterior, que se dirige hacia la puerta sur. Se trata del séquito de Viesa de Liriam. Mirul se acerca y pide hablar con la dama. La mujer, al reconocerla, acepta que la elfa suba a su carroza y siguen avanzando por las calles nevadas.
- No deberíais iros tan rápido –le dice Mirul-. Olf está herido, y podríais quedaros a cuidarle. ¡Al fin y al cabo, os salvó la vida!
- ¿Yo quedarme a cuidar a un bárbaro? –se burla la mujer-. ¿Por quién me has tomado? Tengo una reputación. No negaré que disfruté con tu amigo, pero soy una viuda decente, y así debe seguir si no quiero perder mi título. Dale recuerdos y dile que venga a verme si alguna vez pasáis por Liriam.

Mientras, Fian decide pasar el día en la abadía, tranquilo, sumido en la meditación, recuperando la fe en su Dios y así poder aceptar mejor ser el único hombre que abraza el celibato. El paladín se refuerza en sus votos, y no se deja llevar por el ambiente sórdido y pecaminoso que impregna los callejones de la ciudad.
Por la tarde, Fian se encuentra con Abad Auril y le explica la aventura de la noche, y la lucha contra los elfos oscuros.
- Los elfos oscuros son una raza de criaturas crueles –le explica el Abad-. Son seres corruptos y blasfemos, que sirven a una diosa sanguinaria llamada Izz, cuyo símbolo es una daga rodeada por una serpiente. Hay muchas leyendas sobre los elfos oscuros, pero en esta región es conocido que se mueven por el Bosque de la Araña, y se cree que allí tienen su guarida.
Fian se dispone a dejar el despacho del abad, cuando el anciano le hace un gesto para que se quede.
- Sois un buen creyente –le dice-. Habéis demostrado vuestra dedicación a Korth, así como la fuerza de vuestro brazo para llevar su palabra.
Fian observa al anciano, pero este le despide con un gesto y vuelve a la lectura de un libro.


Tras una noche de descanso, los aventureros reciben su pago diario y se reúnen con el sargento Dele’Or para recibir órdenes. Ese día, tienen el encargo de patrullar las calles cercanas a la plaza del mercado. El grupo pasa un largo y frío día resolviendo las pequeñas disputas y su guardia acaba sin mayores incidentes. Al atardecer, se acaba su trabajo y se despiden del sargento hasta el día siguiente. Con toda la tarde y la noche por delante, el grupo regresa de camino al fuerte de los Yelmos Negros.

07 octubre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 42

TURNO 42 – Dos de marzo del año 340, Eras-Har.
Tras una noche de descanso, el grupo se reúne por la mañana con el sargento Dele’Or, que les informa de que el capitán quiere hablar con ellos.
- Después del buen trabajo que hicimos al acabar con los encapuchados, el capitán quiere reunirse con nosotros.
Así, suben al torreón principal del fuerte, hasta el despacho del capitán Orlant.
- Hoy se celebra una importante reunión en el Palacio de Invierno –les explica el capitán, que luce su mejor aspecto, con el pelo bien cortado, el rostro afeitado, y vistiendo la inmaculada armadura de los caballeros de Stumlad-. La Mariscala celebra una cena con los terratenientes y nobles más importantes de la región. Como estamos en guerra, puede aprovechado por nuestros enemigos para atacar, por lo que debemos vigilar que la reunión se celebre sin incidentes. Viendo que resolvisteis satisfactoriamente el asunto de los raptores, quería pediros que me acompañéis esta tarde y ayudéis en la vigilancia del palacio.
El grupo acepta el encargo, y así quedan con el capitán de salir por la tarde.
Durante la mañana, Olf y Fian aprovechan para ir a la calle de las Vasijas, donde Olf vende su antigua armadura, y obtiene 10 monedas por ella.
El capitán Orlant, junto a cuatro caballeros de Stumlad y el grupo de aventureros, dejan el fuerte y caminan por la atestada avenida de Korth. En su camino hacia el palacio, ven todo tipo de caravanas y compañías llegadas a la ciudad. Se trata de las comparsas de cada noble y terrateniente, algunos no más que un grupo de viajeros, mientras que otros, como Viesa de Lirian o el viejo Tiorn Daren, llegan con toda su cohorte al completo, y desfilan por la ciudad mostrando su señorío.
Mientras el grupo observa el paso de la señora Viesa, que saluda a la gente desde su carroza, un ladronzuelo le arranca una pulsera de oro y sale a la carrera, lanzándose bajo las ruedas del carruaje. Orn reacciona yendo tras él, mientras que Olf corre para cerrarle el paso. Ambos logran atrapar al ladrón, que se vuelve con un puñal, pero que cae ante un hachazo del bárbaro. Una vez recuperada la pulsera, Olf se la devuelve a la dama, que sonríe al ver al bárbaro y le da las gracias, a la vez que espera que puedan volver a verse.
Una vez en el palacio, el Capitán Orlant ordena al grupo que monten guardia en el pasillo de entrada, donde deben permanecer durante toda la velada y evitar que no entre nadie que no sea invitado. Durante la tarde llegan todos los invitados, al igual que varios grupos de actores, músicos y acróbatas que animarán la velada. Entre ellos destaca la llegada de la Mariscala, una dama alta y delgada, vestida completamente de blanco y cuyas manos están recubiertas de vendajes, mientras que una máscara de plata le cubre el rostro.
Sin embargo, un embaucador se logra colar en la sala del consejo, y es el capitán Orlant el que lo descubre. Tras echar al indeseable, el capitán les advierte que vigilen bien y que no aceptará otro error.
Tras la puerta, el grupo se percata de que la reunión discurre con bastantes problemas, pues la petición de la Mariscala de más oro para la guerra no es bien recibida por los nobles, especialmente por el viejo Tiorn Daren, que clama indignado y manifiesta que aceptará órdenes de una fulana leprosa cubierta de vendajes. Estas palabras provocan un gran revuelo y casi una pelea en el mismo salón entre los asistentes. Para calmar los ánimos, el Capitán Orlant pide un pequeño descanso para estirar las piernas, y algunos de los asistentes se levantan de las mesas y salen al vestíbulo de entrada.
Durante este receso, la dama Viesa reconoce a Olf, y le pide que le acompañe a estirar las piernas. El bárbaro lleva a la mujer del brazo por los pasillos del palacio, notando que ella se acerca a él de forma más que necesaria. Viesa abre una puerta que da a una habitación interior junto a las escaleras que suben al torreón. Olf, sin saber qué hacer, balbucea una excusa, cuando la mujer le agarra del pantalón tirando hacia una de las camas.
- No te necesito para hablar –dice la dama y cierra la puerta.
Mientras, Orun, Fian y Mirul siguen vigilando la entrada, pues los asistentes regresan a la sala del consejo y se reemprende la reunión. Es el momento de entrar de los acróbatas, que pasan por el pasillo sin que Mirul vea nada raro en ellos.
Tras un rápido escarceo, la dama Viesa se viste de nuevo y le dice a Olf que debe volver a la sala. El bárbaro, abre la puerta del cuarto para acompañarla, cuando se encuentra de frente con tres figuras armadas con espadas. Se trata de asesinos elfos oscuros, de cabellos blancos, pieles negras y que blanden espadas largas. Al encontrarse con ellos, los elfos les atacan para silenciarles. Olf aparta a la chica a un lado, mientras que blande su hacha y grita pidiendo ayuda.
Mirul escucha el grito de su amigo, y junto a Fian corren por los pasadizos, para encontrarse al bárbaro haciendo frente a tres asesinos elfos, envueltos en un círculo de oscuridad mágica convocada por ellos. La elfa, recita un conjuro y alza sus manos, de las que brota un proyectil de fuego.
- ¡Olf, salta! –le grita.
El bárbaro, cegado por la oscuridad, salta hacia atrás, cuando una explosión inflama en llamas toda la escalera, matando a un elfo e hiriendo a otro. Olf se recupera de las quemaduras con rapidez, y decapita de un tajo al asesino herido. El último asesino, se da la vuelta para huir, pero el bárbaro lanza su hacha de batalla y le alcanza en la espalda, partiéndole la columna.
En ese momento, gritos y ruido de lucha llegan desde el salón del consejo. Mirul y Fian emprenden la carrera hacia allí, donde se encuentran con una batalla campal. Una decena de asesinos elfos atacan a los nobles, mientras Orun y los caballeros les hacen frente. El capitán Orlant defiende a la Mariscala del ataque de tres elfos que les acosan con sus espadas.
Mirul recita sus conjuros, mientras Fian blande su maza y el capitán usa su espadón. Tras una dura lucha, los asesinos son derrotados y el salón queda sembrado de cadáveres, entre ellos el del noble Tiorn Daren. Olf, con múltiples heridas ayuda a la dama Viesa, que solloza en un rincón asustada. Mientras, el capitán les explica que los asesinos se colaron por el torreón, asesinaron a los acróbatas y les suplantaron para entrar en la sala. Por suerte, el ruido de la lucha en los pasillos les alertó y pudieron defenderse antes de que los asesinos adoptaran su verdadera forma.
Ya entrada la noche, los nobles se retiran a sus aposentos. La dama Viesa se despide del bárbaro y le agradece su ayuda.
- Regreso a Lirian –le dice-. Quizás si alguna vez paséis por allí podamos volver a vernos.

Por su parte, el capitán les agradece su ayuda y les indica que regresen al fuerte a descansar y curar sus heridas. Además, tendrán libre el día siguiente, como pago por su buen trabajo en la cena. Así, el grupo se retira y llegan al dormitorio común cuando quedan pocas horas para el alba. 

06 septiembre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 41

TURNO 41 – Uno de marzo del año 340, Eras-Har.
Por la mañana amanece un día nublado, aunque no amenaza nieve y los habitantes de Eras-Har emprenden sus quehaceres habituales.
Fian decide ir a la abadía a hablar con alguno de los religiosos sobre el culto al Rey Dios que descubrieron en las alcantarillas. Después de presentarse ante uno de los monjes, el Abad Auril acepta recibirle. El viejo clérigo escucha atentamente las explicaciones del paladín sobre los encapuchados que raptaban gente para sacrificarlos.
- Hace semanas que lo maligno subyace en esta ciudad –dice el Abad-. Lo veo en las calles, en la gente, en la podredumbre que se apodera de nuestra sociedad. El que un culto así creciese no era más que cuestión de tiempo.
El Abad agradece a Fian el que luchasen contra ese mal y consiguieran al menos evitar los sacrificios. Después, cuando el paladín se ofrece para curar a los heridos, le indica que se ponga en contacto con uno de los monjes de la sala de rezos.
Fian así lo hace, y pasa el resto de la jornada dedicado a curar mediante sus rezos a los heridos, que llegan a decenas después de producirse nuevos combates en las barricadas durante la noche. Mientras Fian cura las heridas de un soldado, el hombre, aturdido por la pérdida de sangre habla sin sentido.
- La niebla nos atacó... –balbucéa febrilmente-. La niebla se llevó a Joril entre gritos, y luego su sangre cayó como una lluvia sobre nosotros... ni siquiera pudo gritar.
Fian consigue curar al hombre, que queda dormido en un jergón sobre el suelo.
A cambio de su ayuda, el paladín pide al monje encargado información sobre adquirir algún objeto relacionado con Korth que pueda mejorar sus milagros.
- Oh, quizás te interese conseguir una Cruz Sagrada –le explica el monje-. Se trata de un símbolo de Korth que aumenta el terror que las criaturas de ultratumba sienten por nuestra luz. Sin embargo, elaborar una de estas cruces es muy costoso, ya que se necesita plata y largos rituales de rezos.

Mientras, a la elfa Mirul le indifiere totalmente si el sargento Dele’Or se apunta el tanto del rescate del joven Eban, así que el día libre lo aprovecha para investigar por ahí sobre los encapuchados y su relación con la ciudad. Evitando la zona norte, la mujer pasea por la ciudad y el mercado preguntando a la gente sobre el tema, y sobretodo sobre el acantarillado subterráneo (prueba de Recabar información, sacas un 6). Sin embargo, la gente se muestra esquiva y dicen no saber nada sobre encapuchados, raptos o criaturas que habiten en las alcantarillas.
Caída la tarde, Mirul dedica su tiempo a aprender nuevos conjuros, dedicando horas al estudio, de modo que aprende el arte de lanzar bolas de fuego y otro conjuro menor (gastas los 2 puntos de personaje y aprendes Bola de Fuego de magnitud 3 y queda por elegir entre Invocar monstruo 1 o Orden imperiosa).

Por otro lado, el bárbaro Olf se va por la mañana a la calle de las Vasijas, y camina entre los puestos del gremio de los herreros. Su intención es comprar una armadura que le proteja mejor en el combate. Como sólo es competente con armaduras ligeras y teniendo poco más de 100 monedas de plata, debe conformarse con una armadura de cuero tachonado. Olf paga el dinero al herrero y regresa hacia el centro de la ciudad.
Ya caída la noche, vuelve al salón del Picho y la Jarra, a tomar una cerveza y ver si descubre algo sobre el alcantarillado. Escuchando a un viejo borracho, el bárbaro se entera de que las alcantarillas de la ciudad son una red de túneles angostos, que vierten las aguas sucias a la corriente del río Durn.
Después, Olf se enzarza en un juego de dados con dos mercenarios llegados del sur, dos hombres de tez negra y gestos hoscos. Durante una hora juegan al famoso juego de las 5 estrellas, pero Olf acaba perdiendo su dinero. 

Tras este desastre, Olf regresa a la barra, donde ya bastante borracho flirtea con una mujer de los yelmos negros que bebe taciturna y sin hablar con nadie. La mujer ignora al bárbaro y sigue bebiendo de su odre de vino, hasta que Olf se cansa, mira hastiado alrededor y decide volver tambaleándose hacia el fuerte de la milicia.

07 agosto 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 40



TURNO 40 – Treinta de febrero del año 340, Eras-Har.
En plena noche, entre las ruinas del viejo almacén, el grupo de aventureros debate sobre qué hacer a continuación. Por un lado está la opción de adentrarse en el subterráneo y ver qué se oculta bajo tierra, y si es cierta la historia del encapuchado de que allí se esconde la guarida de los raptores. Por otro, había la posibilidad de volver a los puentes, ponerse en contacto con el sargento Dele’Or y volver con fuerza suficiente para enfrentarse a cualquier enemigo.
Al final, decidieron que Orun, utilizando su habilidad para el sigilo y el disfraz de la túnica negra, se infiltrase en el subterráneo y comprobase si en verdad era la guarida de los secuestradores. Así, el salvaje desciende las escaleras de piedra y se pierde en la oscuridad.
Durante largos minutos, el grupo espera fuera, hasta que por fin regresa Orun.
- Algo terrible está pasando ahí abajo –les explica-. Se trata de los pasadizos de las alcantarillas, pero alguien las ha adaptado para formar un lugar siniestro. He encontrado una trampa, y más allá vi a un numeroso grupo de encapuchados que llevaba a tres prisioneros hacia una gran sala. Entre ellos había un joven rubio, que creo es el noble Eban. Creo que van a sacrificarlos.
Sin tiempo que perder, el grupo envía al soldado Dhao a alertar al resto de soldados, mientras ellos se adentran en el subterráneo. Abajo, se encuentran con unas galerías de piedra mohosa, iluminadas por antorchas de luz tenue. Tras recorrer los pasadizos, llegan a la sala principal, una estancia donde una quincena de encapuchados reza de forma monótona mientras una encapuchada con voz de mujer dirige la ceremonia, en un altar sobre el que se abre un pozo oscuro. A los pies de la escalera, tres prisioneros aguardan con las manos atadas a la espalda. Se trata de una chica, un viejo, y un joven que parece ser Eban.
- Oh, señor de la sombra –clama la mujer-. Acepta este sacrificio como muestra de nuestra devoción por ti.
A continuación, la encapuchada agarra a la chica y se acerca al pozo.
Antes de que pueda completar el ritual, el grupo actúa. Miriel convoca su poder mágico, lanzando un conjuro de estallar que impacta de pleno en la encapuchada. La mujer se tambalea por el impacto, a punto de caer al pozo, mientras que la sangre fluye por su cuello.
Ante el ataque, el caos se desata en la sala. Los encapuchados se lanzan sobre los intrusos. Fian y Orun cubren el pasillo, resistiendo los ataques de los hombres de negro, que blanden mazas y recitan conjuros para controlarles. Mientras, Miriel lanza una serie de proyectiles mágicos, que alcanzan a la mujer del altar, lanzándola al pozo.
Al momento, un rugido se oye desde el foso, seguido del crujido de los huesos al ser masticados.
Superados en número, el grupo se bate en retirada, logrando rescatar al noble Eban y llevándolo con ellos. Los monjes oscuros tratan de sojuzgar sus mentes con milagros, pero Mirul convoca un Círculo de Protección para evitarlo. A su vez, Olf libera al joven Eban, y le entrega un hacha, pero el noble aprovecha la primera oportunidad para huir del subterráneo. Tras eliminar a varios enemigos, el grupo se bate en retirada, alcanzando la superficie. Allí se encuentran con el sargento Dele’Or y el resto de soldados, que han acudido ante el aviso de Dhao.
Una vez informan al sargento de lo sucedido, dos decenas de soldados registran los subterráneos, encontrando muestras del horror que allí se había producido, con celdas donde se acumulaban los restos humanos. Sin embargo, no había rastro de los encapuchados. Al final, encontraron un acceso a las alcantarillas, por donde suponen han huido los adoradores oscuros. Tampoco había rastro de la criatura que habitaba el foso. Al parecer, la habían convocado con el ritual, y debía haber dejado este plano al acabarse su tiempo. Poco de valor queda aquí, más que unas pocas monedas que encuentran en las habitaciones de los monjes (ganáis 5 mp).
Dele’Or, complacido por haber rescatado al joven noble, da la orden de regresar al fuerte de la milicia. En el camino, felicita a los aventureros por su valentía, y les explica que él mismo informará al capitán sobre la misión. Como premio por su trabajo, el sargento les dice que se tomen el día libre mañana.
- Os lo habéis ganado –les dice, mientras acompaña al noble Eban escaleras arriba hacia el despacho del capitán.
Con la sensación de que el sargento se apuntará toda la gloria, el grupo se retira al dormitorio común, donde se acuestan cuando quedan pocas horas para el amanecer.