04 diciembre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 46

TURNO 46 – Siete de marzo del año 340, Eras-Har.

A la mañana del día siguiente, el grupo partió de Eras-Har con destino al Bosque de la Araña, acompañados de dos mercenarios ya conocidos, Daho, el soldado que formaba parte de su patrulla en la ciudad, y la elfa de los bosques Erisal, con la que Olf había tenido un encuentro poco afortunado una noche en la posada La Jarra y el Pincho.
El grupo había decidido aceptar la misión que les propusieron desde la abadía de ir en busca de los restos del monje desaparecido hace décadas, y fueron a hablar con el capitán Orlant para comunicárselo. El hombre, que se acababa de reunir con sus sargentos para reorganizar las patrullas, después de la detención del sargento Dele’Or, se mostró conforme con que cumplieran ese encargo para la abadía.
-Es un lugar peligroso el Bosque de la Araña –dijo el capitán.
-Sí, el propio nombre ya indica que nos encontraremos con esas alimañas –respondió Olf con suficiencia.
-Y cosas peores –asintió Orlant-. Se dice que entre sus senderos se ocultan entradas a las galerías por donde los elfos oscuros salen de la infraoscuridad. Debéis tener cuidado.
Para ayudarles, les ofrece los servicios de dos mercenarios; por un lado Daho con el que ya han compartido aventuras, y por otro Erisal, la única que ha estado en el bosque con anterioridad.
Después, el grupo fue a la abadía para hablar con el Abad Auril, en busca de información y remedios curativos para el veneno de araña.
-Descubrí la historia de Jocan revisando el dietario del tercer abad anterior a mí –les explicó el viejo religioso-. Parece ser que el monje estaba estudiando una Tabla de Rezos donde se narraba la historia de la huída de Korth al frente de los refugiados de Agna-Anor hacia el oeste. Por ello, entró en el bosque para seguir los pasos de nuestro salvador, pero algo le debió suceder, pues nunca regresó. Y con él se perdió la Tabla.
Por otro lado, Mada, una clérigo experta en alquimia se encarga de ofrecerles remedios curativos, y el grupo compra 2 antídotos para el veneno de araña gigante y 4 pócimas curativas (curan 1d10+6), por un total de 90 mp.
Así, el grupo marcha a caballo durante toda la mañana hacia el oeste, cruzan el puente de piedra sobre el río Durn y llegan al bosque a primera hora de la tarde. Se trata de una espesa aglomeración de altos abetos de hoja negra, que ocupa un valle que se abre en las primeras estribaciones de las montañas Kehalas. Dispuestos a seguir el trayecto que debío realizar Korth y los refugiados, el grupo se adentra por un sendero del este hacia el interior del bosque. Se trata de un camino abrupto y serpenteante, que discurre entre los enormes y altos troncos de los árboles, mientras que infinidad de nudosas raíces surgen de la tierra y matorrales plagados de espinas ocupan los márgenes. Una vez se adentran en la frondosidad, la oscuridad se cierne sobre ellos, ya que en el lecho apenas alcanza la luz del sol, mientras un silencio sepulcral reina entre las copas.
Tras avanzar durante un par de horas por un laberinto de senderos, dirigiéndose hacia el norte del bosque, el grupo llega a un claro. Al ir a investigar posibles huellas, un ruido les alerta, antes de ser atacados por media docena de orkos que yacían apostados entre los árboles. Los aventureros acaban con facilidad con los orkos, y Olf interroga con pocos miramientos al último de ellos.
-Estamos siguiendo a unos sucios humanos como vosotros –balbucea el orko en su lengua, que Erisal conoce-. Se trata de hombres de armadura como tú. -señala al paladín Fian-. Les perseguimos desde las montañas, donde matamos a muchos y quemamos su fortaleza. No quedan más de diez y se refugiaron en el bosque y ahora les estamos cazando…
Tras dar muerte al orko, el grupo sospecha que algo terrible ha debido pasar en Fuerte Terain y que quizás son Dobann y sus caballeros los que son perseguidos por los orkos.
Con esta información, pasan la noche en el claro, durante la guardia de Olf y Erisal descubren una luz azulada que se proyecta en el cielo durante unos segundos. Ninguno de los dos saben lo que es, pero calculan que la luz surgió de unos pocos kilómetros al norte de su posición. Durante la guardia, Olf charla con la elfa, y la indiferencia de ella cede ante las palabras de Olf, sobre todo después de haberle visto masacrando orkos.
Por la mañana el grupo sigue su búsqueda por el bosque, tratando de llegar al punto donde habían visto el rayo de luz. Así, tras varias horas recorriendo senderos, alcanzan un gran claro que se abre alrededor de un gigantesco olmo, de aspecto milenario y raíces gruesas que sobresalen de la hierba. Entre las gruesas raíces del olmo, se adivinan unas cavidades oscuras, por donde puede entrar un hombre.
Orun investiga las ramas del olmo y descubre varios bulbos que cuelgan de las ramas, capullos de cría de araña. Él y Olf se adentran en el claro, para investigar las huellas, y descubren el rastro de unas pisadas livianas, como de elfos. Pero en ese momento, una araña de un tamaño descomunal se desprende colgando de un filamento y cae sobre Olf, atrapándole con sus patas peludas y dispuesta a tirar hacia arriba con su presa. Orun reacciona saltando sobre el cuerpo hinchado y ponzoñoso de la alimaña, mientras que Fian agarra una de las patas para evitar que la criatura escape con su amigo. El paladín gracias a su fuerza, retiene a la araña el tiempo suficiente para que Orun use sus espadas para cortar el hilo de telaraña. La sabandija cae en el claro y retrocede, mientras recibe los ataques del grupo y se lanza sobre Fian, clavándole sus mandíbulas chorreantes de veneno. El paladín retrocede y bebe uno de los antídotos antes de sufrir los efectos.
En ese instante, una nueva araña cae de la cúpula arbórea y aprisiona a Mirul. Mientras acaban con la primera araña, Olf se vuelve y cargando con furia se lanza sobre la criatura antes de que pueda llevarse a la elfa. El bárbaro descarga un tremendo hachazo en la cabeza de la araña, que estalla salpicando con su sangre verdosa alrededor.
En medio del caos del combate, una tercera araña ataca a Erisal, pero el grupo logra detenerla, y esta criatura cae bajo los ataques combinados de todos y recibe el golpe final del bárbaro.
Una vez terminada la dura lucha, el grupo investiga las oquedades bajo el tronco del olmo. Allí encuentran un espacio donde hay una pila de huesos y restos de los pobres desdichados que cayeron bajo las arañas. Entre ellos, encuentran el hábito de un monje, y entre sus cosas se halla una tablilla de arcilla con viejas inscripciones. Se trata de la tabla de rezos.
Mientras se disponen a alejarse de ese lugar, un ruido les alerta. Tres figuras aparecen por el sendero del norte, resoplando sonoramente. Se trata de tres hombres vestidos con armaduras, con aspecto agotado y vendajes cubriendo alguna herida. Al frente camina un hombre que blande una pesada espada de doble puño. Se trata del capitán Dobann. Su rostro se ilumina por la sorpresa al ver a los aventureros, pero en vez de saludarles, simplemente les alerta mientras corre hacia ellos:

-¡Nos persiguen!

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