14 abril 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 52

TURNO 52 – Veintidos de marzo del año 340, Agna-Anor.
La mañana de una nueva partida amanece radiante, con es sol del inicio de la primavera radiante en un día sin nubes. Aún así, el frío y la nieve siguen cubriendo la región, como si el invierno se demorara en marcharse.
El grupo de aventureros se reúne con el capitán Dobann y el caballero Daho a las puertas de la ciudad, donde emprenden la marcha hacia el norte. Durante tres días atraviesan sin problemas las tierras de nadie donde aún se libran algunos combates contra hordas de orkos llegadas de las montañas, pero que no son más que simples escaramuzas.
De este modo, el grupo avanza hacia el norte. Durante el viaje, el capitán Dobann plantea la ruta a seguir. Su objetivo es llegar a las minas de Numbar, en el centro de las montañas Kehalas.
-La ruta más directa es a través del Paso de la Mañana –dice el caballero-. Un desfiladero que lleva desde Fuerte Terain hasta los alrededores de las minas. Sin embargo, esa ruta puede estar más vigilada, y nuestra misión se basa en pasar inadvertidos y descubrir qué está sucediendo en las minas. Por otro lado, podemos avanzar por las montañas, lo que será un viaje mucho más duro y lento, pero quizás así evitemos ser descubiertos.
El grupo decide evitar el desfiladero y avanzar por las montañas, en concreto por su parte oriental, tal como recomienda el bárbaro Olf, ya que son menos encrespadas que la región occidental.
-Por último –dice Dobann-, nuestro camino pasará muy cerca de Fuerte Terain. No os niego que me gustaría saber qué ha sucedido en el fuerte desde que fuimos expulsados de allí. Muchos caballeros murieron en el ataque de orkos y elfos oscuros, pero no sabemos qué habrá sido de ellos.
Teniendo claro que huirán a la menor señal de problemas, el grupo decide acercarse a investigar el antiguo fuerte de los caballeros. Así, en el cuarto día de viaje, recorren el nevado bosque de abetos hasta llegar a las proximidades de la fortaleza.
Una bruma fantasmal rodea la fortaleza, que aparece desierta y desprovista de vida, en una quietud irreal donde sólo se mueve un harapo que ondea al viento en el torreón principal, donde antes estaba la bandera de Stumlad.
Olf y Orun se aproximan al fuerte, descubren el rastro de muchos orkos que dejaron la fortaleza hace días y se adentran en el patio en sigilo. La fortaleza está desierta, así que hacen una seña a sus compañeros para que se acerquen y se dirigen a explorar el torreón principal. El interior del edificio está arrasado, así que el bárbaro se queda vigilando la planta baja, mientras el hombre salvaje sube las escaleras para investigar arriba. Dobann se acerca también sigue a Orun, mientras que Mirul y Fian registran los otros edificios. El paladín y la elfa se acercan a las caballerizas, para descubrir en su interior los restos de una veintena de caballeros, cuyos cuerpos aparecen congelados, como si una ola de frío los hubiese vuelto en estatuas de hielo.
A la vez, Orun y Dobann llegan al salón de reuniones del torreón. La estancia está destrozada, pero de pronto una figura surge de la nada y se materializa en el sillón principal. Se trata de una mujer de gran belleza, que aún viste finos ropajes de seda, pero cuyo rostro es ahora una máscara horrenda, agrietada por el paso del tiempo. La aparición se levanta del asiento y suelta un chillido agudo, que parece una carcajada, a la vez que se lanza sobre los intrusos.
El terror de su presencia es tal, que Dobann queda paralizado, mientras que Orun apenas puede defenderse. El espectro, levanta sus manos y un cono de aire gélido inunda la sala, causando un tremendo daño por frío a los hombres, que poco pueden hacer para defenderse.
Mientras, otros chillidos agudos resuenan en los otros torreones de la fortaleza. Sabiendo que están en peligro, Mirul, Fian corren hacia el torreón, mientras ven unas figuras oscuras que reptan desde las torres y emprenden su persecución. Olf, por su parte, sube las escaleras junto al caballero de Doha para acudir al rescate de sus compañeros.
Mirul, antes de que los espectros les alcancen, convoca su poder en un círculo mágico, que impide el paso de dos de las criaturas, mientras que Fian se enfrenta con su maza a los dos seres que logran superar la barrera. A su vez, la elfa lanza proyectiles mágicos que estallan en una explosión de luz sobre los espectros.
Por otro lado, en el salón principal se desata una tremenda lucha contra el espectro de la mujer, que desata su poder helador para acabar con los hombres. Sin embargo, Dobann y Olf logran acertar con sus armas a la criatura, cuya forma difusa parece deshacerse a medida que caen sobre ella los golpes. Finalmente, un último espadazo destruye a la aparición, y su lamento resuena en la fortaleza. Varios de los otros espíritus huyen entonces, mientras que Fian y Mirul acaban con los que no lo hacen.
Así, con la llegada del anochecer, el sentimiento de mal que albergaba la fortaleza desaparece, y el grupo puede acabar de registrar el torreón. Dobann comprueba que todo ha sido saqueado, pero por suerte la cámara secreta de su despacho no fue descubierta. Dentro, el caballero guardaba un par de objetos de gran valor. Entre varios objetos personales, hay una daga de plata, que según cuenta fue bendecida por los clérigos de de Eras-Har (la daga es +2 al daño, y además hace daño sagrado).
-Este arma nos hubiese ido muy bien contra los espectros –dice el caballero con ironía-. Pero puede que volvamos a necesitarla en nuestro viaje. Tomadla uno de vosotros –acaba de decir y les tiende el arma.
Agotados por el duro día, el grupo pasa la noche en la fortaleza, donde Fian usa sus poderes curativos para sanar las graves heridas de Orun, y por la mañana continúan su viaje hacia el norte.

03 abril 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 51

TURNO 51 – Catorce de marzo del año 340, Agna-Anor.
Las ruinas de Agna-Anor son el escenario de una matanza. Hordas de orkos saquean los edificios, eliminando a todos los caballeros de Stumlad que encuentran, sorprendidos y sin capacidad de organizarse, mientras los titanes aplastan a los pocos grupos que resisten.
El grupo de aventureros sabe que el destacamento de soldados está perdido, así que lo único que pueden hacer es huir, y cumplir el último cometido que les pidió el Capitán Caust; alertar en Eras-Har de lo que sucede en las ruinas. Buscando una manera de escapar de la masacre, al final deciden volver a las alcantarillas, y seguir sus túneles hasta las afueras de la ciudad.
De nuevo en los mohosos subterráneos, recorren los pasadizos en dirección este, cuando al llegar a un colector de aguas, se topan con una figura oculta en las sombras. Se trata de un elfo oscuro, un asesino que parece se ha infiltrado por los pasadizos hasta la retaguardia de los caballeros. El grupo acaba con el asesino, pero más de los suyos aparecen, dejando claro que los elfos oscuros se han aliado con los orkos y titanes para sorprender a los caballeros. Tras una dura lucha, el grupo de aventureros derrota a los enemigos, y sin perder más tiempo, emprenden la huída por el pasadizo principal, recorriendo una eternidad en la negrura hasta que el brillo del amanecer aparece al final del tunel.
Una vez en el exterior, emprenden el viaje de seis días de regreso a Eras-Har, evitando varias patrullas de orkos que pululan por los caminos a sus anchas. Sin mayores contratiempo, alcanzan la ciudad, y se dirigen a informar a la Mariscala y al Capitán Orlant. Al oír las noticias de que Agna-Anor ha caído, una sombra de preocupación cubre la sala. El capitán les agradece su ayuda, y les dice que al día siguiente convocará una reunión para decidir el curso a seguir. Parece ser que el capitán Dobann, el antiguo mandatario del fuerte Terain, ha descubierto algo en las montañas del norte, y quiere comunicarlo al consejo de la ciudad.
El grupo se despide del capitán y la mariscala y acaba su jornada llevando la tabla de rezos a la abadía de Korth, donde el monje Auril les agradece su ayuda y les paga el precio por su trabajo (cada uno ganáis 110 mp). El monje se muestra emocionado con este hallazgo, y se pone de inmediato a estudiar las antiguas escrituras.
Una vez fuera, el grupo se despide de Erisal, la mercenaria elfa que les ha acompañado en las últimas aventuras. La mujer les dice adiós con una sonrisa en su rostro surcado por una cicatriz y se dirige hacia la posada de la Jarra y el pincho.

Al día siguiente, en el consejo de la ciudad, se reúne un nutrido grupo de personalidades, y entre ellos se encuentran el grupo de aventureros. Mirul observa curiosa la rígida burocracia de las ciudades humanas, mientras que Olf y Orun se muestran visiblemente incómodos entre tanta palabrería y protocolo. Sólo Fian parece sentirse como en casa, e intercambia saludos y cumplidos con los asistentes.
La reunión es larga y las discusiones se suceden. Las noticias de la caída de Fuerte Terain y de las ruinas de Agna-Anor deja a la ciudad desprotegida por ambos flancos. Varios de los nobles exigen que Stumlad envíe más tropas, otros claman para que la Mariscala contrate más mercenarios. En ese momento Dobann explica que un mal acecha en el norte, y que las fuerzas que les expulsaron del fuerte no fue una simple horda de orkos.
-Temo que la sombra haya regresado –afirma-. Alguien está organizando a los monstruos y criaturas de las montañas y las ha unido bajo un mismo mando. Orkos, trolls, titanes, elfos oscuros siempre han estado ocupados matándose entre ellos, pero ahora atacan de manera organizada.
-Hay rumores de que vuelve a haber actividad en la Minas de Numbar –dice la Mariscala-. Varios exploradores afirman que han visto movimiento en las proximidades, y que sus fuegos volvían a estar activos. Quizás eso tenga algo que ver.
Entonces interviene el abad Auril:
-Pero no podemos olvidarnos de Agna-Anor –responde Caust-. Las ruinas son un punto clave para defender nuestra frontera oriental. Debemos recuperarlas y reforzar las defensas.
Se discute durante horas sobre el plan a seguir, hasta que finalmente se decide seguir dos acciones. Por un lado, el capitán Caust llevará a las tropas de caballeros y soldados a Agna-Anor, con el objetivo de debilitar las tropas enemigas y recuperar el control de las ruinas. Por otro, Dobann dirigirá un grupo de exploradores al norte, y comprobar qué está sucediendo y porqué las minas de Numbar vuelven a estar activas.
Es entonces cuando el Capitán Caust se dirige hacia el grupo de aventureros, que han permanecido en silencio durante toda la reunión.
-Por supuesto, necesitaremos vuestra ayuda -les dice-. Habéis servido bien a la ciudad, así que contamos con vosotros en alguno de estos dos cometidos. ¿Partiréis conmigo a la reconquista de Agna-Anor o preferís ir con Dobann a explorar las minas del norte?
Los cuatro aventureros no tienen claro qué hacer. Por supuesto, el capitán les explica que les pagarán por sus servicios, pero esa no es la duda. Tras un intenso debate, deciden finalmente ir al norte. Mirul está decidida a investigar que oscuro mal ha renacido en las montañas, mientras que Olf desea salir de la ciudad, al igual que Orun, que echa de menos la naturaleza. Fian por su parte está convencido de que en el norte pueden aportar mucho más en la solución, que yendo a luchar a las ruinas del este.

-Entonces está decidido –afirma la Mariscala poniendo fin a la reunión-. El futuro de Eras-Har, y quizás de todo el norte, depende ahora de vosotros –dice mirando a los dos caballeros-. Que Korth esté con vosotros.