TURNO
40 – Treinta de febrero del año 340, Eras-Har.
En
plena noche, entre las ruinas del viejo almacén, el grupo de aventureros debate
sobre qué hacer a continuación. Por un lado está la opción de adentrarse en el
subterráneo y ver qué se oculta bajo tierra, y si es cierta la historia del
encapuchado de que allí se esconde la guarida de los raptores. Por otro, había
la posibilidad de volver a los puentes, ponerse en contacto con el sargento
Dele’Or y volver con fuerza suficiente para enfrentarse a cualquier enemigo.
Al
final, decidieron que Orun, utilizando su habilidad para el sigilo y el disfraz
de la túnica negra, se infiltrase en el subterráneo y comprobase si en verdad
era la guarida de los secuestradores. Así, el salvaje desciende las escaleras
de piedra y se pierde en la oscuridad.
Durante
largos minutos, el grupo espera fuera, hasta que por fin regresa Orun.
-
Algo terrible está pasando ahí abajo –les explica-. Se trata de los pasadizos
de las alcantarillas, pero alguien las ha adaptado para formar un lugar
siniestro. He encontrado una trampa, y más allá vi a un numeroso grupo de
encapuchados que llevaba a tres prisioneros hacia una gran sala. Entre ellos
había un joven rubio, que creo es el noble Eban. Creo que van a sacrificarlos.
Sin
tiempo que perder, el grupo envía al soldado Dhao a alertar al resto de
soldados, mientras ellos se adentran en el subterráneo. Abajo, se encuentran
con unas galerías de piedra mohosa, iluminadas por antorchas de luz tenue. Tras
recorrer los pasadizos, llegan a la sala principal, una estancia donde una
quincena de encapuchados reza de forma monótona mientras una encapuchada con
voz de mujer dirige la ceremonia, en un altar sobre el que se abre un pozo
oscuro. A los pies de la escalera, tres prisioneros aguardan con las manos
atadas a la espalda. Se trata de una chica, un viejo, y un joven que parece ser
Eban.
-
Oh, señor de la sombra –clama la mujer-. Acepta este sacrificio como muestra de
nuestra devoción por ti.
A
continuación, la encapuchada agarra a la chica y se acerca al pozo.
Antes
de que pueda completar el ritual, el grupo actúa. Miriel convoca su poder
mágico, lanzando un conjuro de estallar que impacta de pleno en la encapuchada.
La mujer se tambalea por el impacto, a punto de caer al pozo, mientras que la
sangre fluye por su cuello.
Ante
el ataque, el caos se desata en la sala. Los encapuchados se lanzan sobre los
intrusos. Fian y Orun cubren el pasillo, resistiendo los ataques de los hombres
de negro, que blanden mazas y recitan conjuros para controlarles. Mientras,
Miriel lanza una serie de proyectiles mágicos, que alcanzan a la mujer del
altar, lanzándola al pozo.
Al
momento, un rugido se oye desde el foso, seguido del crujido de los huesos al
ser masticados.
Superados
en número, el grupo se bate en retirada, logrando rescatar al noble Eban y
llevándolo con ellos. Los monjes oscuros tratan de sojuzgar sus mentes con
milagros, pero Mirul convoca un Círculo de Protección para evitarlo. A su vez, Olf
libera al joven Eban, y le entrega un hacha, pero el noble aprovecha la primera
oportunidad para huir del subterráneo. Tras eliminar a varios enemigos, el
grupo se bate en retirada, alcanzando la superficie. Allí se encuentran con el
sargento Dele’Or y el resto de soldados, que han acudido ante el aviso de Dhao.
Una
vez informan al sargento de lo sucedido, dos decenas de soldados registran los
subterráneos, encontrando muestras del horror que allí se había producido, con
celdas donde se acumulaban los restos humanos. Sin embargo, no había rastro de
los encapuchados. Al final, encontraron un acceso a las alcantarillas, por
donde suponen han huido los adoradores oscuros. Tampoco había rastro de la
criatura que habitaba el foso. Al parecer, la habían convocado con el ritual, y
debía haber dejado este plano al acabarse su tiempo. Poco de valor queda aquí,
más que unas pocas monedas que encuentran en las habitaciones de los monjes
(ganáis 5 mp).
Dele’Or,
complacido por haber rescatado al joven noble, da la orden de regresar al
fuerte de la milicia. En el camino, felicita a los aventureros por su valentía,
y les explica que él mismo informará al capitán sobre la misión. Como premio
por su trabajo, el sargento les dice que se tomen el día libre mañana.
-
Os lo habéis ganado –les dice, mientras acompaña al noble Eban escaleras arriba
hacia el despacho del capitán.
Con
la sensación de que el sargento se apuntará toda la gloria, el grupo se retira
al dormitorio común, donde se acuestan cuando quedan pocas horas para el
amanecer.
1 comentario:
A todo cerdo le llega su San Martín jijiji
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