TURNO 43 – Tres de
marzo del año 340, Eras-Har.
Por la
mañana, los aventureros disfrutan de su merecido día de descanso después de
haber pasado la noche protegiendo a la Mariscala y al Capitán Orlant del ataque de los
elfos oscuros.
Olf permanece
en los barracones, para descansar y curarse las heridas. Echado en la cama, valora la posibilidad de contactar con Viesa
de Liriam, pero no tiene forma de contactar con ella. Fian utiliza sus rezos a
Korth para ayudar a su compañero, y recita varios milagros de curar heridas. Tras
conseguir 6 aciertos, desiste de seguir rezando a su dios.
Por su
parte, Miriel se dirige al despacho del capitán a hablar con él. La elfa
registró los cuerpos de los asesinos elfos, pero no encontró nada que indicara
de dónde venían.
- Los elfos
oscuros rara vez dejan las profundidades –le dice Orlant-. Pero ahora se han
aliado con las hordas de orkos, y está claro que tenían un objetivo claro
anoche; eliminar a los líderes de la región.
- ¿Quién
los envía entonces? –pregunta la elfa.
- El mismo
que lidera a las tropas que asolan nuestros campos desde hace años –responde el
capitán-. No sabemos quién comanda los ejércitos de orkos, pero sí que lo hace
desde las ruinas de Agna-Anor, donde un destacamento completo de caballeros
impide su avance.
Tras hablar
con el capitán, la elfa coincide en la avenida de Korth con el carruaje que vieron
el día anterior, que se dirige hacia la puerta sur. Se trata del séquito de
Viesa de Liriam. Mirul se acerca y pide hablar con la dama. La mujer, al
reconocerla, acepta que la elfa suba a su carroza y siguen avanzando por las
calles nevadas.
- No deberíais
iros tan rápido –le dice Mirul-. Olf está
herido, y podríais quedaros a cuidarle. ¡Al fin y al cabo, os salvó la vida!
- ¿Yo
quedarme a cuidar a un bárbaro? –se burla la mujer-. ¿Por quién me has tomado?
Tengo una reputación. No negaré que disfruté con tu amigo, pero soy una viuda
decente, y así debe seguir si no quiero perder mi título. Dale recuerdos y dile
que venga a verme si alguna vez pasáis por Liriam.
Mientras,
Fian decide pasar el día en la abadía, tranquilo, sumido en la meditación, recuperando
la fe en su Dios y así poder aceptar mejor ser el único hombre que abraza el
celibato. El paladín se
refuerza en sus votos, y no se deja llevar por el ambiente sórdido y pecaminoso
que impregna los callejones de la ciudad.
Por la
tarde, Fian se encuentra con Abad Auril y le explica la aventura de la noche, y
la lucha contra los elfos oscuros.
- Los elfos
oscuros son una raza de criaturas crueles –le explica el Abad-. Son seres
corruptos y blasfemos, que sirven a una diosa sanguinaria llamada Izz, cuyo
símbolo es una daga rodeada por una serpiente. Hay muchas leyendas sobre los
elfos oscuros, pero en esta región es conocido que se mueven por el Bosque de la Araña , y se cree que allí
tienen su guarida.
Fian se
dispone a dejar el despacho del abad, cuando el anciano le hace un gesto para
que se quede.
- Sois un
buen creyente –le dice-. Habéis demostrado vuestra dedicación a Korth, así como
la fuerza de vuestro brazo para llevar su palabra.
Fian
observa al anciano, pero este le despide con un gesto y vuelve a la lectura de
un libro.
Tras una
noche de descanso, los aventureros
reciben su pago diario y se reúnen con el sargento
Dele’Or para recibir órdenes. Ese día, tienen el encargo de patrullar las
calles cercanas a la plaza del mercado. El grupo pasa un largo y frío día
resolviendo las pequeñas disputas y su guardia acaba sin mayores incidentes. Al
atardecer, se acaba su trabajo y se despiden del sargento hasta el día
siguiente. Con toda la tarde y la noche por delante, el grupo regresa de camino
al fuerte de los Yelmos Negros.
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