07 octubre 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 42

TURNO 42 – Dos de marzo del año 340, Eras-Har.
Tras una noche de descanso, el grupo se reúne por la mañana con el sargento Dele’Or, que les informa de que el capitán quiere hablar con ellos.
- Después del buen trabajo que hicimos al acabar con los encapuchados, el capitán quiere reunirse con nosotros.
Así, suben al torreón principal del fuerte, hasta el despacho del capitán Orlant.
- Hoy se celebra una importante reunión en el Palacio de Invierno –les explica el capitán, que luce su mejor aspecto, con el pelo bien cortado, el rostro afeitado, y vistiendo la inmaculada armadura de los caballeros de Stumlad-. La Mariscala celebra una cena con los terratenientes y nobles más importantes de la región. Como estamos en guerra, puede aprovechado por nuestros enemigos para atacar, por lo que debemos vigilar que la reunión se celebre sin incidentes. Viendo que resolvisteis satisfactoriamente el asunto de los raptores, quería pediros que me acompañéis esta tarde y ayudéis en la vigilancia del palacio.
El grupo acepta el encargo, y así quedan con el capitán de salir por la tarde.
Durante la mañana, Olf y Fian aprovechan para ir a la calle de las Vasijas, donde Olf vende su antigua armadura, y obtiene 10 monedas por ella.
El capitán Orlant, junto a cuatro caballeros de Stumlad y el grupo de aventureros, dejan el fuerte y caminan por la atestada avenida de Korth. En su camino hacia el palacio, ven todo tipo de caravanas y compañías llegadas a la ciudad. Se trata de las comparsas de cada noble y terrateniente, algunos no más que un grupo de viajeros, mientras que otros, como Viesa de Lirian o el viejo Tiorn Daren, llegan con toda su cohorte al completo, y desfilan por la ciudad mostrando su señorío.
Mientras el grupo observa el paso de la señora Viesa, que saluda a la gente desde su carroza, un ladronzuelo le arranca una pulsera de oro y sale a la carrera, lanzándose bajo las ruedas del carruaje. Orn reacciona yendo tras él, mientras que Olf corre para cerrarle el paso. Ambos logran atrapar al ladrón, que se vuelve con un puñal, pero que cae ante un hachazo del bárbaro. Una vez recuperada la pulsera, Olf se la devuelve a la dama, que sonríe al ver al bárbaro y le da las gracias, a la vez que espera que puedan volver a verse.
Una vez en el palacio, el Capitán Orlant ordena al grupo que monten guardia en el pasillo de entrada, donde deben permanecer durante toda la velada y evitar que no entre nadie que no sea invitado. Durante la tarde llegan todos los invitados, al igual que varios grupos de actores, músicos y acróbatas que animarán la velada. Entre ellos destaca la llegada de la Mariscala, una dama alta y delgada, vestida completamente de blanco y cuyas manos están recubiertas de vendajes, mientras que una máscara de plata le cubre el rostro.
Sin embargo, un embaucador se logra colar en la sala del consejo, y es el capitán Orlant el que lo descubre. Tras echar al indeseable, el capitán les advierte que vigilen bien y que no aceptará otro error.
Tras la puerta, el grupo se percata de que la reunión discurre con bastantes problemas, pues la petición de la Mariscala de más oro para la guerra no es bien recibida por los nobles, especialmente por el viejo Tiorn Daren, que clama indignado y manifiesta que aceptará órdenes de una fulana leprosa cubierta de vendajes. Estas palabras provocan un gran revuelo y casi una pelea en el mismo salón entre los asistentes. Para calmar los ánimos, el Capitán Orlant pide un pequeño descanso para estirar las piernas, y algunos de los asistentes se levantan de las mesas y salen al vestíbulo de entrada.
Durante este receso, la dama Viesa reconoce a Olf, y le pide que le acompañe a estirar las piernas. El bárbaro lleva a la mujer del brazo por los pasillos del palacio, notando que ella se acerca a él de forma más que necesaria. Viesa abre una puerta que da a una habitación interior junto a las escaleras que suben al torreón. Olf, sin saber qué hacer, balbucea una excusa, cuando la mujer le agarra del pantalón tirando hacia una de las camas.
- No te necesito para hablar –dice la dama y cierra la puerta.
Mientras, Orun, Fian y Mirul siguen vigilando la entrada, pues los asistentes regresan a la sala del consejo y se reemprende la reunión. Es el momento de entrar de los acróbatas, que pasan por el pasillo sin que Mirul vea nada raro en ellos.
Tras un rápido escarceo, la dama Viesa se viste de nuevo y le dice a Olf que debe volver a la sala. El bárbaro, abre la puerta del cuarto para acompañarla, cuando se encuentra de frente con tres figuras armadas con espadas. Se trata de asesinos elfos oscuros, de cabellos blancos, pieles negras y que blanden espadas largas. Al encontrarse con ellos, los elfos les atacan para silenciarles. Olf aparta a la chica a un lado, mientras que blande su hacha y grita pidiendo ayuda.
Mirul escucha el grito de su amigo, y junto a Fian corren por los pasadizos, para encontrarse al bárbaro haciendo frente a tres asesinos elfos, envueltos en un círculo de oscuridad mágica convocada por ellos. La elfa, recita un conjuro y alza sus manos, de las que brota un proyectil de fuego.
- ¡Olf, salta! –le grita.
El bárbaro, cegado por la oscuridad, salta hacia atrás, cuando una explosión inflama en llamas toda la escalera, matando a un elfo e hiriendo a otro. Olf se recupera de las quemaduras con rapidez, y decapita de un tajo al asesino herido. El último asesino, se da la vuelta para huir, pero el bárbaro lanza su hacha de batalla y le alcanza en la espalda, partiéndole la columna.
En ese momento, gritos y ruido de lucha llegan desde el salón del consejo. Mirul y Fian emprenden la carrera hacia allí, donde se encuentran con una batalla campal. Una decena de asesinos elfos atacan a los nobles, mientras Orun y los caballeros les hacen frente. El capitán Orlant defiende a la Mariscala del ataque de tres elfos que les acosan con sus espadas.
Mirul recita sus conjuros, mientras Fian blande su maza y el capitán usa su espadón. Tras una dura lucha, los asesinos son derrotados y el salón queda sembrado de cadáveres, entre ellos el del noble Tiorn Daren. Olf, con múltiples heridas ayuda a la dama Viesa, que solloza en un rincón asustada. Mientras, el capitán les explica que los asesinos se colaron por el torreón, asesinaron a los acróbatas y les suplantaron para entrar en la sala. Por suerte, el ruido de la lucha en los pasillos les alertó y pudieron defenderse antes de que los asesinos adoptaran su verdadera forma.
Ya entrada la noche, los nobles se retiran a sus aposentos. La dama Viesa se despide del bárbaro y le agradece su ayuda.
- Regreso a Lirian –le dice-. Quizás si alguna vez paséis por allí podamos volver a vernos.

Por su parte, el capitán les agradece su ayuda y les indica que regresen al fuerte a descansar y curar sus heridas. Además, tendrán libre el día siguiente, como pago por su buen trabajo en la cena. Así, el grupo se retira y llegan al dormitorio común cuando quedan pocas horas para el alba. 

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