15 febrero 2014

Crónicas de Valsorth - Turno 48

TURNO 48 – Diez de marzo del año 340, Eras-Har.

A la mañana siguiente, después de una noche de descanso, el grupo se presenta primero en el fuerte de los Yelmos Negros, donde acompañan al Capitán Dobann y los caballeros supervivientes. La noticia de que la caída de fuerte Terain ha corrido como el fuego por la ciudad y cuando los aventureros cruzan las nevadas calles hacia el centro de la urbe muchas personas les preguntan por estos rumores. Algunos se lamentan, mientras que los más agoreros claman diciendo que esta es otra señal del mal que resurge en el norte.
Una vez en la fortaleza, el Capitán Orlant saluda a los recién llegados, intercambia varias impresiones con Dobann y deciden mantener una reunión privada, a la que invitan a los miembros del grupo que sobrevivieron.
- Sin duda no son buenas noticias –asiente Orlant al oír la marea de orkos que asoló el fuerte y exterminó a los caballeros-. Las fuerzas enemigas se multiplican a nuestro alrededor. Nosotros apenas conseguimos hacer frente a los ataques que asolan los campos. Luchamos sin descanso día tras día, pero vamos perdiendo terreno poco a poco.
- La presencia de algo terrible en el norte es una realidad –interviene Dobann-. No soy de esos que se creen las historias de viejas que cuentan algunos sobre el nigromante en el norte y demás, pero lo que he visto estos meses en las montañas no tiene otra explicación. Además… -hace una pausa antes de seguir, mira a quien les rodea y parece plantearse si hablar en voz alta-. Hay algo que sucedió en  nuestros últimos días en el norte y que no he explicado aún.
El capitán relata entonces la historia de una patrulla que envió a una exploración al norte de Terain. Pero fueron atacados y masacrados, y sólo uno regresó con vida. Moribundo, habló de que les había atacado un dragón.
- ¿Un dragón? –salta Orlant-. ¡Eso es imposible! Los dragones no son más que leyendas, historias para asustar a los niños.
- Sólo sé lo que dijo el caballero –continua Dobann-. Entre delirios, habló de un gigantesco dragón rojo que apareció en el cielo, mientras se dirigían a las minas de Numbar. Su fuego mató arrasó a la patrulla, y sólo él sobrevivió fingiendo estar muerto.
Yo tampoco creería esas historias, si no hubiese visto al caballero. Tenía todo el cuerpo quemado y lleno de ampollas. Aún me pregunto de donde sacó las fuerzas para recorrer el camino de regreso al fuerte y explicar lo sucedido.
- Estamos en una situación crítica –asiente Orlant-. Nuestras fuerzas se debilitan mientras el enemigo aumenta su poder… no podemos continuar así. Enviaré un emisario a Solak informando de lo sucedido, y pediré refuerzos. Mientras, lo que me preocupa es el destacamento que defiende las ruinas de Agna-Anor. El Capitán Caust lidera a los caballeros que resisten el ataque principal de los ejércitos orkos. Sin duda, debe saber lo que aquí está pasando.
- No podemos perder esa posición –advierte Dobann-. Pero está claro que debe saber que está en peligro, sobre todo si un dragón rojo surca los cielos del norte.
- Bien, entonces este será el plan –dice Orlant-. Enviaré un grupo a las ruinas para alertar a Caust, a la vez que puede ayudarle a mantener la defensa del río. Por otro lado, necesitamos alguien que vaya a la capital, Solak, e informe de lo sucedido, alguien con autoridad para hablar con el mismo Rey Edoar.
- Yo iré a Solak –afirma Dobann-. Explicaré la derrota de Terain y aceptará el castigo por mi fracaso. Si el Rey mantiene su confianza en mí, volveré para continuar la lucha, espero que al frente de un gran destacamento de caballeros.
- Bien, ahora necesitamos alguien que pueda llegar a Agna-Anor e informar a Caust –sigue Orlant y se vuelve hacia los aventureros-. En estas semanas que lleváis a mi cargo habéis demostrado ser dignos de confianza y llenos de recursos. Os pido ahora que crucéis el territorio hacia el este y vayáis a Agna-Anor para poneros al servicio de Capitán Caust. La exploradora Erisal será vuestra guía.

El grupo abandona el fuerte poco después del mediodía. Es entonces cuando se dirigen a la abadía de Sant Foint, para encontrarse con el Abad Auril y darle la Tabla de Rezos que encontraron en el bosque de la araña.
El religioso se muestra muy agradecido con ellos por haber completado el encargo, y les recompensa con 100 monedas de plata a cada uno.
- Sin duda, habéis demostrado ser dignos servidores de Korth –asiente el anciano.
Fian le explica que han recibido el encargo de ir a Agna-Anor, para alertar del peligro que se cierne desde el norte.
- Sin duda la oscuridad y la blasfemia se ciernen sobre nosotros –afirma Auril-. Pero quizás podáis ayudarnos también durante vuestro cometido en la ciudad en ruinas. Veréis, la recuperación de la Tabla de Rezos y el diario de Jocan me ha permitido estudiar sus grabados y descubrir que un mensaje se ocultaba entre sus runas. Sin embargo necesito el resto de las tablas para poder descifrar por completo el mensaje. Según el diario del Padre Jocan, la segunda de las tablas se encuentra en las ruinas de Agna-Anor, la antigua ciudad que hay al Este y donde nuestras tropas se enfrentan con las hordas de orkos que han invadido la región. Ya que os dirigís hacia allí, os pido que encontréis entre las ruinas la segunda de las Tablas de Rezo, antes de que los efectos de la guerra la destruyan. Por lo que he podido descifrar, la tabla puede estar en la antigua biblioteca que había en el centro de la ciudad.
Con esta información, el grupo se despide del religioso y sale de la abadía.


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