TURNO 48 – Diez de
marzo del año 340, Eras-Har.
A la mañana
siguiente, después de una noche de descanso, el grupo se presenta primero en el
fuerte de los Yelmos Negros, donde acompañan al Capitán Dobann y los caballeros
supervivientes. La noticia de que la caída de fuerte Terain ha corrido como el
fuego por la ciudad y cuando los aventureros cruzan las nevadas calles hacia el
centro de la urbe muchas personas les preguntan por estos rumores. Algunos se
lamentan, mientras que los más agoreros claman diciendo que esta es otra señal
del mal que resurge en el norte.
Una vez en
la fortaleza, el Capitán Orlant saluda a los recién llegados, intercambia
varias impresiones con Dobann y deciden mantener una reunión privada, a la que
invitan a los miembros del grupo que sobrevivieron.
- Sin duda
no son buenas noticias –asiente Orlant al oír la marea de orkos que asoló el
fuerte y exterminó a los caballeros-. Las fuerzas enemigas se multiplican a
nuestro alrededor. Nosotros apenas conseguimos hacer frente a los ataques que
asolan los campos. Luchamos sin descanso día tras día, pero vamos perdiendo
terreno poco a poco.
- La
presencia de algo terrible en el norte es una realidad –interviene Dobann-. No
soy de esos que se creen las historias de viejas que cuentan algunos sobre el
nigromante en el norte y demás, pero lo que he visto estos meses en las
montañas no tiene otra explicación. Además… -hace una pausa antes de seguir,
mira a quien les rodea y parece plantearse si hablar en voz alta-. Hay algo que
sucedió en nuestros últimos días en el
norte y que no he explicado aún.
El capitán
relata entonces la historia de una patrulla que envió a una exploración al
norte de Terain. Pero fueron atacados y masacrados, y sólo uno regresó con
vida. Moribundo, habló de que les había atacado un dragón.
- ¿Un
dragón? –salta Orlant-. ¡Eso es imposible! Los dragones no son más que
leyendas, historias para asustar a los niños.
- Sólo sé
lo que dijo el caballero –continua Dobann-. Entre delirios, habló de un
gigantesco dragón rojo que apareció en el cielo, mientras se dirigían a las
minas de Numbar. Su fuego mató arrasó a la patrulla, y sólo él sobrevivió
fingiendo estar muerto.
Yo tampoco
creería esas historias, si no hubiese visto al caballero. Tenía todo el cuerpo
quemado y lleno de ampollas. Aún me pregunto de donde sacó las fuerzas para
recorrer el camino de regreso al fuerte y explicar lo sucedido.
- Estamos
en una situación crítica –asiente Orlant-. Nuestras fuerzas se debilitan
mientras el enemigo aumenta su poder… no podemos continuar así. Enviaré un
emisario a Solak informando de lo sucedido, y pediré refuerzos. Mientras, lo
que me preocupa es el destacamento que defiende las ruinas de Agna-Anor. El
Capitán Caust lidera a los caballeros que resisten el ataque principal de los
ejércitos orkos. Sin duda, debe saber lo que aquí está pasando.
- No
podemos perder esa posición –advierte Dobann-. Pero está claro que debe saber
que está en peligro, sobre todo si un dragón rojo surca los cielos del norte.
- Bien,
entonces este será el plan –dice Orlant-. Enviaré un grupo a las ruinas para
alertar a Caust, a la vez que puede ayudarle a mantener la defensa del río. Por
otro lado, necesitamos alguien que vaya a la capital, Solak, e informe de lo
sucedido, alguien con autoridad para hablar con el mismo Rey Edoar.
- Yo iré a
Solak –afirma Dobann-. Explicaré la derrota de Terain y aceptará el castigo por
mi fracaso. Si el Rey mantiene su confianza en mí, volveré para continuar la
lucha, espero que al frente de un gran destacamento de caballeros.
- Bien,
ahora necesitamos alguien que pueda llegar a Agna-Anor e informar a Caust
–sigue Orlant y se vuelve hacia los aventureros-. En estas semanas que lleváis
a mi cargo habéis demostrado ser dignos de confianza y llenos de recursos. Os
pido ahora que crucéis el territorio hacia el este y vayáis a Agna-Anor para
poneros al servicio de Capitán Caust. La exploradora Erisal será vuestra guía.
El grupo
abandona el fuerte poco después del mediodía. Es entonces cuando se dirigen a
la abadía de Sant Foint, para encontrarse con el Abad Auril y darle la Tabla de Rezos que
encontraron en el bosque de la araña.
El religioso
se muestra muy agradecido con ellos por haber completado el encargo, y les
recompensa con 100 monedas de plata a cada uno.
- Sin duda,
habéis demostrado ser dignos servidores de Korth –asiente el anciano.
Fian le
explica que han recibido el encargo de ir a Agna-Anor, para alertar del peligro
que se cierne desde el norte.
- Sin duda
la oscuridad y la blasfemia se ciernen sobre nosotros –afirma Auril-. Pero
quizás podáis ayudarnos también durante vuestro cometido en la ciudad en
ruinas. Veréis, la recuperación de la
Tabla de Rezos y el diario de Jocan me ha permitido estudiar
sus grabados y descubrir que un mensaje se ocultaba entre sus runas. Sin embargo
necesito el resto de las tablas para poder descifrar por completo el mensaje.
Según el diario del Padre Jocan, la segunda de las tablas se encuentra en las
ruinas de Agna-Anor, la antigua ciudad que hay al Este y donde nuestras tropas
se enfrentan con las hordas de orkos que han invadido la región. Ya que os
dirigís hacia allí, os pido que encontréis entre las ruinas la segunda de las
Tablas de Rezo, antes de que los efectos de la guerra la destruyan. Por lo que
he podido descifrar, la tabla puede estar en la antigua biblioteca que había en
el centro de la ciudad.
Con esta
información, el grupo se despide del religioso y sale de la abadía.
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