El encapuchado fue el primero en atacar, saltando hacia
adelante mientras realizaba sendos cortes circulares con ambos puñales. Josuak
agachó la cabeza para esquivar la primera estocada y rechazó la segunda interponiendo
su espada. El encapuchado se revolvió con sorprendente velocidad y lanzó un
nuevo ataque, dirigiendo su puñal derecho al pecho del mercenario. Éste evitó a
duras penas la afilada punta y lanzó una patada baja a las desprotegidas
piernas del hombre, alcanzándole en una rodilla y haciéndole caer de espaldas
sobre el estrecho paso. Moviéndose con rapidez, Josuak situó la espada sobre su
enemigo, apuntando directamente al rostro, que había quedado al descubierto al caer
la capucha a un lado.
- Bien, hablemos ahora -dijo Josuak. La punta de su espada
se posó suavemente sobre la garganta del fugitivo. Se trataba de un hombre
joven, apenas un muchacho imberbe, de facciones lampiñas, pelo rubio sedoso y
unos luminosos ojos verdes. No aparentaba tener más de dieciséis años, pero en
su determinada mirada no se descubría signo de temor ante la delicada situación
en que se hallaba.
- ¿Quién eres y qué relación tienes con la mujer de la que
te he hablado? Ya sabes quien, la chica del pelo blanco que me desvalijó la
otra noche.
El muchacho se negó a responder en un primer momento. Josuak
posó el pie sobre el agitado pecho del caído y presionó el filo de su espada
sobre el cuello del muchacho.
- Es la última advertencia -le amenazó con frialdad-. O me
cuentas lo que quiero saber o empezaré a llenar de cortes esa bonita cara que
tienes -añadió, a la vez que la punta de su espada abría un finísimo hilillo de
sangre en la piel del chico.
- Soy un miembro de la Mano Silenciosa, la cofradía de
ladrones -respondió éste con rapidez al sentir el frío contacto del acero. Sus
ojos habían perdido la confianza y ahora relucían de temerosa ansiedad-. Somos
un grupo de ladrones que nos ganamos la vida cómo mejor podemos. La chica de la
que hablas debe ser Izana, una hermana de la cofradía. Ella se corresponde con
esa descripción.
- Bien, bien, veo que vamos entendiéndonos -asintió Josuak
sin aligerar la presión de su arma-. ¿Dónde está ella? ¿Dónde os ocultáis?
- Eso no puedo decírtelo -protestó el ladrón con un
chillido-. Si lo hago, Tauds me matará por traicionarles.
- Si no lo haces, morirás ahora -repuso Josuak sin variar su
duro tono de voz.
Los ojos del muchacho le miraron suplicantes. Los copos de
nieve caían sobre su rostro y el viento agitaba su fina melena rubia. Al
instante, su resistencia se quebró y continuó hablando en voz apenas audible
bajo el sibilante viento.
- Nuestro refugio está en las alcantarillas, en los túneles
abandonados del norte. Solemos usar la entrada que hay cerca de la plaza de...
En ese momento, un grito cortó la confesión del chico.
- ¡¿Eh, quién hay ahí arriba?! -inquirió un hombre desde la
calle que discurría bajo el arco en que se hallaban el mercenario y el ladrón.
Josuak apartó la mirada de su presa y se volvió hacia la
callejuela para descubrir a una patrulla de milicianos observándole desde la
calzada. Eran cuatro hombres, armados con espadas y portando antorchas. Uno de ellos
les señalaba directamente con el dedo.
- ¡Vosotros, bajad ahora mismo de ahí! -ordenó mientras los
otros tres soldados desenfundaban sus aceros.
Aprovechando la distracción, el ladrón se escabulló entre
las piernas de Josuak y le propinó una fuerte patada en el talón del pie
derecho. Josuak perdió el equilibrio y cayó cuan largo era sobre el duro suelo
de piedra. El ladrón se puso en pie de un salto y, sin demorarse un segundo, huyó
hacia el tejado del edificio contiguo.
- ¡Quietos, quietos! -gritó el jefe de la patrulla.
Josuak no hizo caso de sus palabras y se levantó con
rapidez. Maldiciendo la interrupción de aquellos soldados, se apresuró en pos
del joven ladrón, quien saltaba ágilmente la separación entre dos tejados. Los guardias
repitieron su orden, pero fugitivo y perseguidor ya habían desaparecido en el
laberíntico entramado de tejados y callejuelas. Josuak cruzó varios edificios
siguiendo la sombría figura del ladrón. Sin embargo, el mercenario dejó deliberadamente
que la distancia que les separaba fuese en aumento. Ralentizó el paso, lo justo
para no perder de vista a su objetivo y continuó la persecución desde una
distancia prudencial. Tras superar un nuevo tejado, el ladrón bajó a la calle
descolgándose por una viga de madera. Josuak se desvió a un lado y bajó del
edificio por una fachada lateral, cayendo a un oscuro callejón cubierto de
nieve y desperdicios.
Corrió hasta la esquina y espió con cuidado: el muchacho se
alejaba por una nueva avenida, echando rápidas miradas a su espalda pero sin
descubrirle. Josuak siguió los pasos del ladrón por varias travesías, hasta que
el chico por fin redujo el paso y volvió a examinar la calle que había dejado
atrás. Al no ver a nadie, se cubrió con la capucha de su capa azulada antes de
continuar andando, confiado en haberse desembarazado de su perseguidor.
Josuak no se expuso a ser descubierto y siguió al muchacho.
Después de descender una de las cuestas que llevaban a la muralla, su presa le
llevó hasta una plaza circular. El ladrón se detuvo justo en su centro, al lado
de una fuente de piedra adornada con las estatuas de dos querubines alados, y
echó una mirada alrededor. Josuak permaneció parapetado tras la fachada del
edificio y aguardó en tensión. En ese momento, el joven ladronzuelo se llevó
una mano a los labios y emitió una leve llamada, un murmullo que recordaba al
canto de una urraca. Por unos segundos, el encapuchado permaneció en pie sin
moverse del centro de la plaza y pareció que nadie respondía a su llamada.
Entonces, tres figuras surgieron de las sombras y de los callejones
circundantes. Eran altas y alargadas, vestidas también con capas de tonos azulados
que les cubrían hasta los pies y con las capuchas echadas sobre los rostros.
Los cuatro ladrones se reunieron en el centro de la plaza, intercambiaron unas
breves palabras y se apresuraron en dirección norte.
El mercenario los siguió por el laberíntico entramado de
callejuelas hasta una plazoleta en cuya cara occidental se abría un oscuro y
siniestro desagüe. Era un túnel de apenas metro y medio de diámetro, con el
moho y la podredumbre adheridos a los adoquines de piedra. Una destartalada
verja de barrotes oxidados cerraba la entrada. Josuak, agazapado tras una
esquina, observó cómo los cuatro encapuchados abrían la verja y desaparecían en
la oscuridad de las alcantarillas.
Tras aguardar un instante, Josuak cruzó la plaza para
observar el agujero por el que habían entrado los fugitivos. El mercenario se
dio por satisfecho con saber donde se ocultaban y, dándose la vuelta, decidió regresar
a la posada. Ahora que conocía el cubil de la cofradía de ladrones, no tardaría
en encontrarse de nuevo con la misteriosa ladrona de argenteo cabello. Entonces
saldaría la deuda pendiente que tenía con ella.
2 comentarios:
Como no se como enviarte un mail, no me gustan los foros y no tengo blog te voy a poner aqui un bicho que me acabo de hacer para la partida de esta tarde.
CANGREJO GIGANTE 45 puntos
Los cangrejos gigantes se comportan igual que sus primos más pequeños, se alimentan de material vegetal tanto como las algas y los hongos y materia animal como el pescado, las aves marinas e incluso de humanoides incautos. La coloración de su duro exoesqueleto varía ampliamente dependiendo de la especie, y con el tiempo, incluso cambia en respuesta a su dieta.
Tipo de criatura: Sabandija mediana.
Características: Fuerza 14 (+2), Destreza 12 (+1), Constitución 14 (+2), Inteligencia 1,
Sabiduría 10 (+0), Carisma 2 (-3).
Rasgos raciales: Ambidiestro, Anfibio, Arma natural I, Armadura natural V, Competencias limitadas, Combate con dos armas III, Inmunidad (efectos enajenadores), Camuflaje natural (hábitat), Infravisión II, Miembros adicionales (Patas) VI, Movimiento especial (trepar) II,
Habilidades: Atención +4, Atletismo +4, Sigilo +1 (+11), Supervivencia +2.
Dotes: Agarre mejorado, Presa mejorada, Sujección mejorada.
Bonificaciones: Ataque +3, Fortaleza +5, Reflejos +2, Voluntad +1.
Combate: Iniciativa +2, Velocidad 9m, Defensa 12, Caparazón (RD 5), Pinzas x2 +3 (1d4+2), Derribar/Presa +4 (+16 para evitar derribo, +8 para soltarse de su presa).
Salud: Puntos de resistencia 34, Umbral de herida grave 10.
Oye, pues muchas gracias. Y claro que lo puedes poner por aquí... aunque no tenga nada que ver con el post en cuestión, jajaja!
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