03 marzo 2012

Crónicas de Valsorth - Turno 2


TURNO 2 –Cuatro de enero del año 340, montañas Kehalas.
Una vez dentro de la población de Rocavalle, y antes de que caiga la noche por completo, lo primero que los recién llegados buscan es un lugar donde poder dormir. Sin casi dinero, cruzan el puente sobre el río que lleva al barrio bárbaro, donde Fian pregunta por algún tipo de alojamiento. Tras hablar con un par de bárbaros, Fian sabe de una cabaña en la orilla, que pertenece a Olmak, un cazador bárbaro que es el líder de esta comunidad. La casa de Olmak es una cabaña en el centro del barrio, donde vive con su mujer y sus cinco hijas. El hombre se muestra algo reacio al principio, pero acaba aceptando que se instalen en la cabaña de la orilla por 15 mp a la semana. Al ver al bárbaro Olf, y la herida que tiene, decide ayudar a uno de los suyos, y les ofrece quedarse por esta noche en la casa, gratis. Mañana deben decidir si se quedan por una semana o buscan otro sitio.

De este modo, el grupo se instala en la cabaña, que es poco más que un cobertizo de madera, donde se almacena leña y algunos cacharros. Poco después, Olf se queda descansando, para recuperarse de sus heridas. El brujo Varel se muestra hosco como de costumbre, y se sienta en un rincón donde da de comer a su cuervo.
El caballero Fian propone hacer guardias, pues no confía del todo entre estos bárbaros. Por su parte, Orun decide ir a la posada, y la elfa Mirul le acompaña. Los dos cruzan el puente hasta el centro del pueblo y llegan a la posada el Carnero del cielo. Se trata de un gran y concurrido edificio de madera, regentado por Vuras y Murna, un matrimonio con seis hijas que trabajan como camareras. Por la noche, el salón de la chimenea es el punto de reunión de los lugareños y cuando entran se encuentran que está abarrotado, mientras que el fuego arde en el centro. Mirul observa la sala, abrumada un poco por el bullicio, el calor y el olor a carne asada y alcohol. Finalmente se sienta en una mesa y trata de averiguar si hay alguna señal del mal en el pueblo. Así, pasa un par de horas charlando con los lugareños. La elfa no consigue ninguna información de interés y tan sólo logra librarse del acoso de un mercader que le propone varias veces subir a una de las habitaciones. Por su parte, Orun se entrega con alegría a una noche de alcohol y juerga, en la que acaba participando en un juego de lanzamiento de puñales contra dos leñadores locales. El leñador barbudo gana la competición, entre el jubilo de los locales. Orun acaba la noche algo más pobre y regresa tambaleante a la cabaña de sus compañeros.

Por la mañana, amanece un día gris, con el sol amortajado bajo un velo de espesa niebla. Por suerte, el temporal de nieve y viento ha cesado.
El bárbaro Olf se queda descansando para recuperarse. Varel se dedica a vagabundear en solitario por el pueblo. El paladín Fian recorre el pueblo en busca de un templo de Korth. No le cuesta descubrir que al sur este está la Iglesia de Vilknas. Se trata de una modesta iglesia de piedra junto a un campo sagrado en que vive una decena de religiosos de Korth. Su líder es la abadesa Ruala, una clérigo llegada de Liriam, que ofrece tanto tratamientos de curación como guía espiritual. También dispone de una pequeña biblioteca. Tras presentarse como un servidor de Korth, Fian se ofrece a trabajar en el templo.
- Siempre es necesario otro par de manos que ayuden –dice la abadesa, una mujer pelirroja y que viste una simple túnica-. Por lo momento, podéis trabajar como guardia del templo. Por ello, sólo os podemos ofrecer un plato caliente y un jergón en el dormitorio común.
Fian dedica el día a vigilar el templo, así como el cementerio y a mantener a raya a algunos vagabundos y mendigos que pululan por el pueblo). Por desgracia, se produce un incidente con un viejo mendigo, que acaba en una pelea. La abadesa se muestra muy contrariada por no haber sabido llevar la situación.
- Somos servidores de Korth –le dice la Frau-. No matones de posada que pegan palizas. Espero que esto no vuelva a pasar.

Mientras, Mirul decide ir a explorar los bosques cercanos en busca de alguna planta curativa. Cruzando una colina boscosa anegada en la nieve, la elfa encuentra una hoja de Cruz blanca, una planta que se usa para quitar el atontamiento. Satisfecha, regresa al anochecer al pueblo.

Por último, Orun se despierta con los restos de la resaca, pero a pesar de un ligero dolor de cabeza, se pone en marcha hacia el mercado. Allí primero va a la Armería La Runa. Es un negocio regentado por el guerrero retirado Birnak, un hombretón con aspecto de oso, que vende todo tipo de armas, armaduras y equipo. Aquí puede afilar su puñal y ve que tienen buenas armaduras de cuero tachonado. Después, recorre la plaza del mercado, entre los puestos y tiendas de alimentos, ropas y utensilios de uso común, alrededor de una estatua de piedra en honor a Vilknas, el sacerdote de Korth que formó la comunidad. Allí busca información sobre alguna expedición que vaya a salir del pueblo. A pesar de preguntar en varios puestos, no consigue descubrir más que de aquí a un par de semanas se espera que se abra la ruta comercial con Liriam, y por tanto empezará el tráfico de caravanas hacia la ciudad.
Así, Orun sigue caminando por el pueblo y busca trabajar como mozo en el aserradero. Este negocio está dirigido por Elna, una mujer de recia constitución que comercia con madera y que ofrece al salvaje 12 monedas de cobre por limpiar el almacén. Así, se pasa el resto del día barriendo y limpiando de astillas el almacén. El trabajo es agotador y acabas totalmente agotado. A pesar de tus esfuerzos, Elna no está conforme con el trabajo.
- Se ve que no estás acostumbrado a trabajar de forma honrada –le dice. Aún así, le paga el dinero convenido, pero le aconseja que busque trabajo en otro sitio
Al anochecer, el grupo se reúne en la cabaña donde se han alojado, para decidir qué hacer.

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