20 enero 2014

La caída de Teshaner (XXV)

Con la llegada de la noche, Josuak consiguió que Gorm guardara reposo en su habitación. El gigante había protestado ante los cuidados de una de las posaderas, quejándose como un niño cuando le aplicaron los ungüentos curativos sobre las heridas que salpicaban su corpachón.
- ¡No son más que rasguños! -bramaba, insistiendo en que no necesitaba tantas atenciones. Josuak logrado convencer a su compañero para que dejase hacer a la muchacha. Una vez Gorm dejó de protestar, Josuak salió de la habitación y bajó al salón.
Pocos clientes se habían congregado aquella noche en la posada, no más que una decena de solitarios y taciturnos hombres que bebían ensimismados en sus propios pensamientos. El crepitar de la hoguera era el único sonido que se oía. Incluso las camareras permanecían calladas con gesto serio, sin rastro de la habitual alegría que iluminaba sus sonrisas.
Josuak ocupó una de las mesas y pidió algo de vino caliente. La muchacha le sirvió una humeante taza de barro y Josuak la abarcó con ambas manos para calentárselas. No le había dicho nada a Gorm, pero una idea revoloteaba en su mente desde hacía días. No podía dejar de pensar en la noche en que salió a dar un paseo por a muralla y fue asaltado por aquella ladrona encapuchada. Desde entonces, no había día en que un sentimiento de resquemor le abrasase el estómago al recordar el suceso. Aquella ladrona le había tomado el pelo como si fuese un vulgar palurdo de pueblo. Eso le enfurecía a Josuak. De una forma u otra, iba a encontrar a aquella bribona para recuperar el dinero que le había robado, y de paso restablecer su dignidad.
Dio un lento trago de vino y tomó una decisión. Sin avisar a nadie, recogió su capa, su espada, depositó una moneda sobra la mesa y abandonó la posada poco antes de que el tañido de las campanas sonara en la ciudad anunciando la medianoche. Una vez fuera, cerró la puerta y el cálido confort del salón fue reemplazado por el inclemente viento invernal. La noche era oscura, las estrellas eclipsadas por negros nubarrones que vertían una copiosa nevada sobre la ciudad. Josuak se arrebujó en su capa verde y echó la capucha para protegerse el rostro. Tras echar una mirada a un lado y otro de la desierta calle, emprendió un rápido paseo en dirección al barrio viejo de la ciudad.
Recorrió la larga avenida sin encontrarse más que unos pocos soldados que bajaban de las murallas tras terminar su turno de vigilancia. Josuak abandonó entonces la vía principal y se internó por los empinados callejones del barrio viejo. Caminó encorvado para protegerse del viento que soplaba en la estrecha calle, internándose entre los adornados arcos que formaban los viejos edificios. Los pocos fanales que pendían de los muros iluminaban tenuemente los pasos del mercenario, que caminaba decidido hacia el lugar donde la misteriosa ladrona le había asaltado pocos días antes.
Una vez alcanzó la empinada callejuela donde se había producido el asalto, el mercenario se arrimó a la fachada de una de las antiguas casas y se refugió en las sombras que se abrían bajo una balconada de piedra. Desde allí tenía un buen ángulo de visión de toda la calle y nadie que pasase por ella repararía en él.
Aguardó en su escondite durante lo que le pareció una eternidad. El viento silbaba alrededor y le golpeaba con fuertes ráfagas. La nieve se colaba bajo su capa, empapándole las ropas. Se arrimó aún más a la pared aunque poco podía hacer para protegerse de la fría noche. Por la calle apenas discurrieron algunos milicianos que volvían de las murallas y un par de hombres que regresaban con prisa a sus hogares. Josuak se frotó las enguantadas manos, tratando inútilmente de calentarlas, y volvió a examinar la calle, sin ver más movimiento que el danzante brillo de las antorchas. Se maldijo una y otra vez por estar allí pasando frío y perdiendo el tiempo en vez de descansando en la posada. Su tozudez le iba a costar una pulmonía y puede que eso lo pagase muy caro en la batalla del día siguiente. Pasaron largos minutos sin que nadie apareciera por la callejuela. Josuak renegó de nuevo y soltó un bufido. Ya estaba harto, aquello era una estupidez, sería mejor darse por vencido y olvidarse de aquella ladrona y de la bolsa de monedas de oro que le había robado.
Resignado, se apartó de la fría piedra del edificio y se dispuso a regresar a la posada. En ese preciso instante, una figura apareció en lo alto de la cuesta, surgiendo de una callejuela lateral. Josuak reaccionó instintivamente y regresó a la oscuridad que le ofrecía el balcón. Contuvo el aliento para que el cálido vaho de sus pulmones no delatara su posición y contempló cómo la figura, alta y de delgada constitución, se encaminaba a pasos ligeros a lo largo de la calle, evitando exponerse a los claros de luz que se abrían bajo los fanales. A pesar de la penumbra que reinaba en la calleja, Josuak pudo distinguir los ropajes que vestía el nocturno caminante. Los reconoció al momento; una liviana capa de tela azul con la capucha echada y ocultando el rostro. Eran las mismas ropas que llevaba la ladrona, aunque este misterioso personaje parecía algo más corpulento. Con tan poca luz era difícil apreciarlo.
El mercenario aguardó en su escondite mientras la encapuchada figura se deslizaba calle abajo, sin dejar de echar nerviosas miradas a su espalda para asegurarse de que nadie le seguía. Josuak se mantuvo en tensión, preparado para salir de improviso y atraparle antes de que el desconocido pudiese reaccionar. El misterioso personaje se detuvo tras dar unos pocos pasos más y se volvió de nuevo para investigar la callejuela que había dejado atrás. Josuak se dispuso a lanzarse sobre él, cuando un tenue brillo iluminó fortuitamente el rostro que se ocultaba bajo la capucha. No era una mujer, sus rasgos eran estilizados y lampiños, pero mostraban claramente que se trataba de un joven varón. Josuak refrenó su impulso y se guareció en la sombra, temeroso de que el extraño le hubiese descubierto.
El encapuchado dejó de investigar la callejuela y reemprendió su rápido caminar por la cuesta. Josuak dejó que la sombra azulada se alejara unos cuantos metros antes de abandonar el escondrijo y seguir sus pasos.
No se trataba de la ladrona que él conocía, pero los ropajes eran los mismos, de eso estaba seguro, y el hecho de pasearse por la misma zona a esas altas horas de la noche y vistiendo de igual manera le parecían demasiadas coincidencias. Seguiría al encapuchado para descubrir que relación tenía con la ladrona.
Josuak avanzó hasta la esquina que la azulada capa acababa de doblar. Se asomó con cuidado y descubrió al encapuchado internarse por un nuevo callejón que llevaba hacia el norte. Con sigilosos movimientos, el mercenario corrió sobre el manto de nieve en pos de su predecesor. Al asomarse a la esquina, vislumbró fugazmente el revoloteo de la capa justo antes de doblar un nuevo recodo y perderse por otro callejón. Josuak recorrió la calle y espió con precaución. Su sorpresa fue mayúscula al descubrir que el encapuchado había arrancado a correr, pudiendo apenas verle desaparecer tras una nueva esquina. Josuak maldijo en un murmullo antes de salir corriendo tras su presa. De alguna manera, el extraño se había percatado de que le seguía y había decidido dejarle atrás. El mercenario cruzó la calle a máxima velocidad, sin importarle ya que sus pasos resonasen en la silenciosa noche, preocupado tan sólo por no perder de vista al hombre de la capa azul. Tras girar el recodo resbalando en la fina nieve, siguió corriendo por la nueva callejuela, sin ver a nadie en ella, por lo que temió haber perdido el rastro de su presa. Entonces descubrió una figura que trepaba ágilmente por encima de una de las verjas que se abrían a un lado del callejón. El extraño salvó el obstáculo antes de perderse al otro lado. Josuak corrió raudo y saltó para encaramarse sobre las rejas, cuidando de no herirse con las afiladas puntas que la coronaban. Al caer al otro lado, reemprendiendo la persecución del encapuchado, que huía a la carrera. Josuak sonrió satisfecho al comprobar que la distancia con su presa se había reducido. A ese ritmo no tardaría en darle alcance.
El fugitivo se desvió nuevamente a un margen de la calle y trepó a un voluminoso montón de heno que había apilado a un lado. Desde allí saltó para encaramarse al tejado de la casa. Una vez en lo alto del edificio, echó una fugaz mirada abajo. Josuak, sintiendo la mirada del encapuchado sobre él, imitó sus movimientos y salto sobre el montón de heno. El mercenario se aferró con sus enguantas manos al helado borde y trepó al tejado para descubrir que el encapuchado corría hacia el otro lado.
La persecución prosiguió por encima de los tejados. El hombre de la capa azul corría con asombrosa velocidad sobre el resbaladizo piso, saltando ágilmente de un edificio a otro. Josuak tuvo que emplearse a fondo para no quedar atrás. Recorrió a largas zancadas el tejado de la primera casa y se lanzó al vacío por encima de uno de los estrechos callejones, aterrizando con una voltereta al otro lado. Incorporándose con rapidez, cruzó el tejado, desde donde saltó hasta el siguiente edificio. Voló en la oscuridad de la noche y cayó con ambos pies para continuar su carrera, vislumbrando brevemente al encapuchado, que atravesaba en ese instante uno de los arcos que cruzaban la calle. Tras superar el puente, el misterioso hombre se detuvo para echar un rápido vistazo atrás y comprobar que su perseguidor había reducido considerablemente la distancia que les separaba. Entonces, sus manos se ocultaron bajo sus ropajes para reaparecer sujetando un par de alargados puñales. Asiendo uno en cada mano, se situó sobre el abombado arco de piedra y adoptó una posición de guardia.
Josuak detuvo su carrera nada más pisar el arco en cuyo extremo opuesto le esperaba el fugitivo. Con un gesto, el mercenario echó atrás la capucha, dejando al descubierto sus rasgos y clavando una dura mirada sobre su oponente. Durante un instante, ambos contendientes se observaron en silencio, mientras el viento hacía revolotear sus capas.
- No es a ti a quien busco. -Josuak habló con voz pausada-. Mi objetivo es una mujer, una chica de pelo largo y claro, que viste una capa muy similar a esa que llevas -dijo mientras avanzaba lentamente hasta alcanzar el centro del arco de piedra-. Ella y yo tenemos un asunto pendiente y estoy seguro de que tú podrías decirme dónde encontrarla.
Como toda respuesta, el encapuchado dio un paso al frente, alzó ambas manos y cruzó los puñales ante la sombra que era su rostro. El filo de las armas relució plateado en la oscuridad de la noche en silencioso desafío.
- Entonces será por las malas -dijo Josuak y, con un rápido movimiento, desenvainó su espada.


2 comentarios:

Cropenshield dijo...

Hola.

Me gustaria saber donde puedo encontrar una breve descripción de la ciudad de Liriam.

Gracias.

J.L.Lopez Morales dijo...

Hola. Pues Liriam sale definida en el suplemento que acompañará la pantalla del DJ, así que pronto tendrás más información sobre esta ciudad. Siento no poder ayudarte más.