14 octubre 2012

Crónicas de Valsorth - Turno 21

TURNO 21 – Veinticuatro de enero del año 340, montañas Kehalas.


Al descubrir el rastro de una gran partida orka que se dirige hacia Rocavalle, el grupo parte con rapidez hacia el pueblo, con la intención de dar la alarma ante este ataque. Sin embargo, la dureza de las montañas, anegadas de nieve y otros obstáculos, dificulta el avance, de modo que pronto deciden dividirse en dos grupos.
Por un lado, Olf y los dos leñadores bárbaros, Varb y Uaire, avanzan a toda prisa, ya que son los más habituados a este terreno, mientras que Mirul, Orun y Fian les seguirán a su ritmo, pero sin ralentizarles.

Así, Olf guía a los bárbaros y en pocas horas alcanzan a la partida orka. Desde lo alto de una loma, descubren a un centenar de grandes orkos, que avanzan con determinación bajo las órdenes de su líder, un orko que lleva un collar de cráneos humanos. Los bárbaros adelantan a los orkos y siguen en la noche hacia Rocavalle, pero poco antes de llegar, descubren un paso en el que hay riesgo de que la nieve acumulada caiga en un alud. Olf y Uaire escalan por la montaña, con la intención de provocar el desprendimiento sobre los orkos, mientras que Varb corre al pueblo a dar la alarma.
Una vez en la cima, Olf se prepara para provocar el derrumbe sobre la horda orka que se acerca. Por desgracia, el líder de los orkos descubre el peligro del paso y ordena dar un rodeo, ante las quejas de los suyos, que son silenciadas con brutalidad por el líder.
Al fracasar su plan, Olf y Uaire alcanzan Rocavalle, donde Varb ha alertado al capitán Ulkir, y la población se ha preparado para la batalla.

En plena noche, los orkos se lanzan en diferentes ataques sobre la empalizada. Olf y los bárbaros defienden la puerta principal de la embestida de un ariete, pero el enemigo les supera en número y la puerta acaba cediendo. Por fortuna, Ulkir y los suyos logran repeler a los invasores, mientras que alerta a Olf de que un nuevo grupo asalta el puente que ha quedado en pie sobre el río.
Mientras Olf y los bárbaros defienden el puente, el grupo de Mirul, Orun y Fian continúan el duro viaje por las montañas, y llegan al amanecer al pueblo.
La lucha es desesperada en Rocavalle. La defensa del puente fracasa y los orkos abren una brecha, matando al bárbaro Uaire y obligando a Olf y Varb a retroceder hacia la plaza del mercado, donde se han refugiado la población. En este momento, aparecen los compañeros rezagados, y juntos hacen frente al enemigo.
Mirul convoca entonces su poder y elimina con un conjuro de estallido al líder de los orkos. Las dudas crecen entre los orkos, y las fuerzas de los defensores acaban por imponerse y el último de los orkos es abatido.
Después de una lucha agotadora, un sombrío espectáculo ofrece Rocavalle con la salida del sol, con edificios ardiendo en columnas de humo negro. Ulkir, con una herida en la cabeza, les explica que hay muchas bajas. La abadesa Ruala y el resto de religiosos fueron masacrados y la iglesia incendiada. Olmak cayó en la defensa de la empalizada, y la mitad de los soldados han muerto.
Por su parte, Olf interroga a un orko moribundo, que explica que su horda se dirigía al sur huyendo de unos terribles hechos que están pasando en las montañas, donde una plaga de muertos vivientes recorren las laderas en busca de seres vivos. Por tanto, se vieron forzados a abandonar sus cuevas y por ello llegaron a Rocavalle, donde su líder dio la orden de atacar el enclave humano para acabar con las disputas internas de aquellos que estaban en contra de huir. Después de explicar esta extraña historia, el orko muere.

Una vez finalizada la batalla, Rocavalle se enfrenta sin duda a un destino incierto, ya que su población ha de decidir entre marchar o quedarse, huir o luchar.
En este sentido, Ulkir explica a los aventureros sobre la necesidad de avisar de este peligro a las tropas de caballeros que vigilan las montañas.
- Al oeste de aquí, a unos siete días de marcha, está el fuerte de Terain –les dice-. Se trata de una fortaleza que vigila los pasos de las montañas y donde los caballeros de Stumlad mantienen a raya al enemigo. Quizás alguien debería ir allí y alertar de lo que está pasando. Yo, por el contrario, intentaré convencer a la gente de que debemos dejar este lugar y bajar a las tierras cercanas a Liriam.





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