18 marzo 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 32


TURNO 32 – Trece de febrero del año 340, montañas Kehalas.
La noticia de la desaparición del religioso y los dos guardias sume el fuerte en la incertidumbre. Varios caballeros creen que algo grave ha pasado, mientras que otros consideran que deben haber salido a buscar plantas en los bosques cercanos.
El grupo de aventureros, después de hablar con el sargento Gornall, se dirigen a la habitación del clérigo Juvil. El dormitorio está intacto, y queda claro que el religioso no ha dormido allí esta noche. Al investigar el estudio, Mirul descubre un diario donde Juvil anotaba notas, en las que se ve que estuvo investigando sobre la historia del fuerte. En concreto, le ha interesado últimamente un suceso que pasó hace más de cien años, cuando los caballeros se vieron obligados a sellar las catacumbas de la fortaleza, así como anotaciones sobre dos sellos que se abren de alguna forma, o menciones al incendio que calcinó los torreones hace un siglo.
Después van a ver al capitán Dobann, que no entiende qué ha podido pasar, pero su opinión es que el clérigo ha debido marchar fuera junto a los dos caballeros, en alguna de sus búsquedas de la verdad o la iluminación. Al preguntarle sobre la existencia de unas catacumbas bajo la fortaleza, el capitán responde que no hagan caso de las ideas del clérigo, que es un hombre mayor y con el pensamiento ofuscado por los libros.
Al dejar al capitán, el salvaje Orun informa a sus compañeros de que Dobann miente al decir que no hay unas catacumbas, así lo ha percibido al verle tan nervioso y tenso.
El grupo decide investigar lo sucedido, sobre todo después de ver la respuesta del capitán. Sin embargo, al bajar al comedor del torreón, se encuentran con que dos caballeros montan guardia e impiden el acceso.
- Órdenes del capitán –les dice un caballero-. Nadie excepto los cocineros puede entrar en el comedor o las cocinas.
Los aventureros tratan varias formas de convencerles, pero al final acceden al comedor junto al resto de caballeros a la hora de la comida. Es cuando se presenta el capitán, que el bárbaro Olf se dirige a él y le acusa de mentir y de no tratar de esclarecer la desaparición del clérigo.
El silencio se hace en el comedor. Con mirada severa, Dobann advierte al bárbaro de no abusar de su hospitalidad, y amenaza con mandarlo con encerrarlo.
Sin otra opción, el grupo decide esperar a la noche para colarse en las catacumbas. En plena noche, Orun atraviesa el patio y llega al torreón. En el comedor están dos nuevos guardias, uno de los cuales duerme en una silla, mientras el otro refunfuña sobre tener que vigilar. El salvaje se mueve como una sombra a la espalda del caballero y lo deja inconsciente con una estrangulación. Después avisa a sus compañeros y acceden a la cocina, donde al buscar entre los barriles de comida, encuentran una losa de piedra que cierra.
Una escalera desciende en la oscuridad hasta un pasadizo de paredes de piedra, agrietadas por el paso del tiempo y con el suelo cubierto de polvo y grava de siglos. Al recorrer los pasadizos, encuentran una galería de celdas, donde se acumulan los despojos, y que se abren mediante un curioso mecanismo; se trata de una placa metálica, que al recibir una luz directa, se abre.
Al probar uno de estos mecanismos, una forma brumosa se alza de los restos de la celda, y forma una figura oscura, de miembros alargados y ojos que brillan rojizos. Se trata de un espectro de corrupción, un espíritu vengativo que busca el calor de la carne. El espectro se abalanza sobre Orun, que evita su ataque y entre todos  consiguen eliminarlo.
A continuación llegan a una gran puerta de piedra cerrada, que impide el paso. El grupo vuelve atrás y toma otro pasadizo, que les lleva a dos salas que una gran baldosa de piedra, que actúa como mecanismo. Aquí encuentran los cadáveres de los dos caballeros, con su carne ennegrecida y putrefacta. Fian comprueba que al colocar un peso sobre las baldosas, se activa un mecanismo. Así lo hacen y colocan los dos cadáveres, lo que acciona el mecanismo y algo se abre en otro punto del subterráneo. Para investigarlo, se reparten por dos pasadizos, Fian y Orun por un lado, y Mirul y Olf por otro.
Sin embargo, al avanzar por el pasadizo de las celdas, Fian y Orun se encuentran con una figura que reluce al fondo. Se trata de una masa de llamas y fuego, con vaga forma humanoide, y que avanza por el pasillo, abriendo a su paso las celdas al recibir su luz. Varios espectros de corrupción salen de las celdas, y se lanzan entre agudos chillidos sobre ellos.
El grupo huye a la carrera con los espectros y el elemental tras ellos y suben las escaleras, donde salen de nuevo a las cocinas. Al superar la losa, Mirul convoca su magia para sellar la piedra y darles unos minutos antes de que los enemigos irrumpan en el fuerte.
Es en este momento que el capitán Dobann y diez caballeros aparecen, precedidos por el guardia dormilón que les ha alertado.
- ¿Qué está pasando aquí? –les pregunta el capitán visiblemente enfadado.
- Tenemos un problema –informa Fian, sin saber cómo explicarse-. No es momento ahora de discutir, sino de luchar todos juntos contra lo que espera ahí abajo –añade, y señala la losa, en la que se oyen los golpes de los espectros.
El tiempo que dura el hechizo de la elfa, permite preparar la defensa. Así, cuando la losa salta en pedazos, los caballeros atacan a los espectros y el elemental de fuego. Una dura lucha estalla en las cocinas, en la que una quincena de caballeros caen muertos ante las llamas o el toque de los espectros.
Dobann hunde su espada en el último de los monstruos, y se aparta el sudor de la frente. Con tono duro, se dirige a los aventureros:
- Tenemos que hablar –les dice-. Pero no ahora. Sargento, lleve a nuestros invitados al calabozo de la torre norte.
Así, los caballeros llevan al grupo a las celdas que hay en la planta baja de la torre norte, donde les quitan sus pertenencias y los encierran en una pequeña celda.

No hay comentarios: