18 febrero 2013

Crónicas de Valsorth - Turno 30

TURNO 30 – Once de febrero del año 340, montañas Kehalas.

El grupo de aventureros se encuentra en la cueva de las montañas donde se han enfrentado a un grupo de bandidos, dirigidos por un hombre llamado Bromar y su misteriosa novia, Blairia, una muchacha que parece ser algo más de lo que aparenta.
Tras despedazar a varios de los bandidos, tan sólo quedan dos con vida, que reciben la orden de Blairia de atacar. Los dos hombres avanzan asustados por la galería, momento en que aparecen los tres aventureros y se lanzan sobre ellos. Al ver a un paladín, un hombre salvaje y una maga elfa, uno de los bandidos arroja su arma al suelo y pide clemencia. El otro ataca, para caer bajo la cadena y la maza de los aventureros.
No hay rastro de la mujer, así que Fian interroga al bandido, que les explica su historia:
Es un hombre de Eras-Har, que se unió al grupo de bandidos por la falta de trabajo en el sur. Tras varias semanas de rapiñar por las montañas, se instalaron en esta cueva, desde donde atacaron un carro de provisiones que iba hacia Fuerte Terain. Hace una semana, el líder de la banda, Bromar, apareció acompañado de una muchacha, Blairia, que empezó a tomar las riendas del grupo.
El bandido lloriquea y se ofrece a ayudar a los aventureros, a cambio de que le perdonen la vida. El grupo acepta, aunque no piensan quitarle ojo de encima, pues está claro que igual que ha cambiado una vez de bando, puede volver a hacerlo.
Así, el bandido guía por las cuevas al grupo. Primero investigan la habitación de Bromar, que está vacía. Sin embargo, al fondo de la gruta hay un corte que baja a un nivel inferior, inundado de aguas estancadas. Aquí es donde el bandido descubre una mano humana que asoma entre el musgo. Fian le obliga a bajar y el bandido descubre que se trata del cadáver de Bromar, a quien le han cercenado la garganta.
Tras este descubrimiento, está claro que Blairia ha matado al líder de los bandidos y ahora se oculta en algún lugar de la cueva. El grupo sigue recorriéndola y encuentra otra galería, que desciende a un pasaje inundado de aguas estancadas. Por la configuración de la cueva, este pasadizo conecta con el que sale de la caverna de Bromar. Así, deciden separarse en dos grupos y atacar a Blairia por los dos lados a la vez. Por un lado van Orun y el Bandido, mientras que por el otro avanzan Fian y Mirul.
Al adentrarse por el pasaje, con el agua casi hasta la cintura, Orun busca en la penumbra cualquier peligro. En ese instante, algo cae delante de ellos, y se alza lanzándose sobre el asustado bandido. Se trata de una mujer monstruosa, que ha perdido parte de su humanidad, de rostro desfigurado y una apariencia decrépita. Son viejas de pelo mustio y rostros arrugados y deformados por la locura, pero provistas de afiladas garras. Orun se protege para recibir el ataque, mientras que el bandido es destripado por las zarpas de la bruja, matándolo al instante.
Orun da la alarma y se mantiene a la defensiva recibiendo las acometidas de la bruja, que le hiere en los brazos. Por suerte, por la espalda aparecen Fian y Mirul. Al verse rodeada, la bruja desata su poder para atemorizar a los aventureros, pero sólo Orun flaquea ante la visión de esta criatura. Aprovechando esta oportunidad, Mirul utiliza la pócima que creó en Rocavalle, que lanza sobre la espalda de la bruja. Al instante el fuego cubre a la mujer, iluminando el pasadizo. La bruja chilla por el dolor, pero vuelve a herir a Orun. Fian golpea con su maza a la criatura, mientras que Mirul recita otro de sus conjuros, que hace estallar los tímpanos de la bruja. Con un gorgoteo animal, la mujer se desploma sobre las aguas y muere por fin.
Asqueados al contemplar a esta criatura, pero satisfechos de haber acabado con ella, el grupo pasa el resto de la noche en la sala donde dormían los bandidos.

Al amanecer, emprenden el camino de regreso a Fuerte Terain. A medio trayecto, se encuentran con un grupo de caballeros, a los que acompaña el bárbaro Olf. Se dirigen a la cueva para custodiar el cargamento de vino y provisiones hasta que llegue el carro. Olf va con ellos, mientras que Mirul, Fian y Orun regresan al fuerte.
Una vez en Fuerte Terain, Fian explica lo sucedido al capitán Dobann. Después, Fian y Mirul salen con una patrulla de caballeros que van a recorrer los alrededores. El sargento Gornall lidera el grupo. Mientras Mirul busca plantas medicinales, Fian habla con el sargento, que al principio se muestra hosco, pero acaba contándole sus pensamientos:
-Estoy harto de permanecer en el fuerte –dice el musculoso guerrero de cabeza afeitada-. Tendríamos que estar recorriendo las montañas y aniquilando monstruos como esa bruja, pero en vez de eso, nuestro capitán nos mantiene encerrados aquí. Si yo dirigiese el fuerte las cosas serían muy diferentes. Pero no, el capitán sólo quiere que estemos preparados para cumplir esa importante misión que le encargaron desde Solak y que sólo él conoce.
Mirul regresa al grupo. Buscar plantas en esta zona tan desolada no es fácil, pero aún así ha encontrado un tallo de Rosa de Mar, una planta conocida por su eficacia contra los venenos. Tras esto, la patrulla regresa al fuerte.

Por su parte, Olf vuelve junto a dos caballeros desde la cueva. Cansado de la inactividad, el bárbaro decide separarse de los hombres y usar sus conocimientos para buscar plantas o algo de valor en el camino. Así, se encuentra buscando entre la nieve, cuando oye un rugido amenazador. Al alzar la cabeza se encuentra con dos imponente hiallus, unos animales fieros como los lobos comunes, pero del tamaño de un caballo, que tienen el cuerpo cubierto por un espeso pelaje negro, sucio y lleno de heridas purulentas.
El bárbaro, sabiendo que no puede enfrentarse a ellos, sale a la carrera hacia un árbol cercano. Corriendo a toda velocidad sobre la nieve, llega al tronco y empieza a trepar, consiguiendo agarrarse a una rama alta justo cuando un hiallu salta desgarrando el aire bajo sus pies. Las bestias, al no poder alcanzar a su presa, esperan un rato, pero acaban dándose la vuelta y desaparecen al norte. Olf, sin mayor dilación, recoge sus cosas y regresa a Fuerte Terain, donde llega caída ya la noche.

Así, a la hora de la cena, el grupo vuelve a estar reunido. Tras comer junto al resto de caballeros en el comedor del torreón principal, el capitán Dobann se acerca a ellos.
-Sin duda habéis ayudado mucho al fuerte –les dice-. Sin embargo, no podréis quedaros mucho tiempo más aquí. Sólo podemos acogeros en caso de que aceptéis poneros bajo las órdenes de uno de mis sargentos y cumplir con las obligaciones del resto de caballeros. Si no es así, mañana debéis dejar el fuerte.
El caballero les agradece su ayuda, pero las normas son las normas, insiste. Luego se retira a su habitación. El grupo se dirige al establo para pasar la noche. Allí, lentamente, van cayendo dormidos, agotados después de la dura aventura.

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