TURNO 10 – Doce de enero del año 340, montañas Kehalas.
Después de interrogar al goblin, la elfa Mirul le explica al paladín Fian lo que ha averiguado.
- Parace ser que las montañas son ahora un hervidero de enemigos –le dice-. La horda de goblins fueron expulsados y forzados a ir al sur, ya que el norte está lleno de orkos, trolls y titanes. Eso no son buenas noticias.
Después, la mujer pasea por la plaza del mercado, donde intenta informarse acerca de otros pueblos cercanos, pero los lugareños se muestran reacios a hablar con una elfa, y sólo consigue descubrir que hay otros tres pueblos siguiendo el río hacia el sureste. Sin embargo, Rocavalle será la primera en recibir un ataque en caso de que sus temores sean ciertos.
Luego, la elfa sigue paseando entre las tiendas, hasta llegar al puesto de un carpintero, que entre cuencos y otros materiales, expone varios arcos de bella factura. La mujer examina un arco corto, y hace una oferta al carpintero, que acepta venderle el arco por 20 mp.
Por su parte, Fian acude al puesto del herrero que visitó unos días antes y le encarga que forje una maza para él. Tras regatear con el hombre, consigue pagarle 10 mp ahora y el resto cuando la pieza esté acabada.
- Me decidaré a ello ahora mismo –le dice el herrero-. Con suerte, podré tenerla acabada de aquí a cinco días.
Mientras, Olf se reúne con el líder bárbaro Olmak, al que pregunta si hay osos en los alrededores. Usando sus conocimientos, intenta saber donde pueden encontrarse osos pero no consigue averiguar mucho.
Tras este fracaso, sale del pueblo a rastrear en busca de pisadas de oso. El bárbaro encuentra un rastro claro de un oso, y sigue las huellas hasta una pequeña cueva al sur del pueblo. Tras comprobar que se trata de un oso solitario, decide regresar al pueblo, ya que está anocheciendo y prefiere esperar a la luz del día para cazar.
Por la noche, Fian duerme en los barracones de la milicia, donde dsifruta de una cena en el comedor común y trata de convencer a sus compañeros de mesa sobre las noticias de actividad enemiga en las montañas.
- Sí, cada vez se oyen más historias sobre movimiento de orkos en las montañas –asiente uno de los soldados-. Aún así, Ulkir insiste en que no debemos hacer caso de esas historias. Él le explicó al alcalde que no había nada por lo que preocuparse, y si el alcalde no da una orden en ese sentido, poco podemos hacer nosotros. Además, el Fuerte Terain no ha alertado de ningún peligro, y si el destacamento de caballeros está tranquilo, significa que poco tenemos que temer.
Fian comprende que es difícil convencer a los soldados cuando ni los dirigentes ni los caballeros parecen preocupados por un posible ataque enemigo. Aún así, los soldados empiezan a tener en cuenta su opinión.
Por la mañana, Fian se presenta puntual a la puerta de los barracones, donde le dan la capa azul oscura de los Escudos de Liriam. Allí, Ulkir le asigna junto a un joven soldado llamado Gonn la vigilancia del barrio oriental y los puentes sobre el río.
En la casa de los aventureros, el salvaje Orn decide quedarse descansando.
A primera hora del día, un revuelo se monta en el pueblo, cuando el capitán Ulkir ajusticia al goblin en la plaza del mercado y cuelgan al pobre diablo. Los pobladores de Rocavalle gritan y aplauden, mientras el alcalde les promete que ningún enemigo pondrá en peligro sus vidas mientras él esté al mando.
Por su parte, Olf se dirige al aserradero y pide trabajo a Elna. El bárbaro trabaja duro durante todo el día con el hacha, pero al mediodía recibe las burlas de dos leñadores.
- No es necesario que partas el hacha, chico –le dice uno de los hombres.
- Sí, sería más sencillo que los rompiera con esa cabezota que tiene –se ríe el otro.
Olf, deja el hacha clavada en el toscón y se vuelve hacia los leñadores, que se encaran con él. La propietaria Elna, al ver la disputa, les grita que se detengan, momento en que aparecen dos guardias, ya que Fian y su compañero Gurla acuden para poner orden. Fian intermedia entre el bárbaro y los leñadores. Con una clara explicación, les dice que dejen las armas al momento, o pueden tener problemas de verdad. El bárbaro decide volver al trabajo, mientras los leñadores se dirigen hacia la posada. Elna, la propietaria le da las gracias a Fian.
Al caer la tarde, Olf termina su dura jornada de trabajo y recibe el pago por su esfuerzo, además de las gracias de Elna, que le agradece por no haber caído en las provocaciones de los leñadores.
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