TURNO 32 – Trece de
febrero del año 340, montañas Kehalas.
La noticia de la desaparición del religioso y los dos
guardias sume el fuerte en la incertidumbre. Varios caballeros creen que algo
grave ha pasado, mientras que otros consideran que deben haber salido a buscar
plantas en los bosques cercanos.
El grupo de aventureros, después de hablar con el sargento
Gornall, se dirigen a la habitación del clérigo Juvil. El dormitorio está
intacto, y queda claro que el religioso no ha dormido allí esta noche. Al investigar
el estudio, Mirul descubre un diario donde Juvil anotaba notas, en las que se
ve que estuvo investigando sobre la historia del fuerte. En concreto, le ha
interesado últimamente un suceso que pasó hace más de cien años, cuando los
caballeros se vieron obligados a sellar las catacumbas de la fortaleza, así
como anotaciones sobre dos sellos que se abren de alguna forma, o menciones al
incendio que calcinó los torreones hace un siglo.
Después
van a ver al capitán Dobann, que no entiende qué ha podido pasar, pero su
opinión es que el clérigo ha debido marchar fuera junto a los dos caballeros,
en alguna de sus búsquedas de la verdad o la iluminación. Al preguntarle sobre
la existencia de unas catacumbas bajo la fortaleza, el capitán responde que no
hagan caso de las ideas del clérigo, que es un hombre mayor y con el
pensamiento ofuscado por los libros.
Al dejar
al capitán, el salvaje Orun informa a sus compañeros de que Dobann miente al
decir que no hay unas catacumbas, así lo ha percibido al verle tan nervioso y
tenso.
El grupo
decide investigar lo sucedido, sobre todo después de ver la respuesta del
capitán. Sin embargo, al bajar al comedor del torreón, se encuentran con que
dos caballeros montan guardia e impiden el acceso.
- Órdenes
del capitán –les dice un caballero-. Nadie excepto los cocineros puede entrar
en el comedor o las cocinas.
Los aventureros tratan varias formas de convencerles, pero
al final acceden al comedor junto al resto de caballeros a la hora de la
comida. Es cuando se presenta el capitán, que el bárbaro Olf se dirige a él y
le acusa de mentir y de no tratar de esclarecer la desaparición del clérigo.
El silencio se hace en el comedor. Con mirada severa, Dobann
advierte al bárbaro de no abusar de su hospitalidad, y amenaza con mandarlo con
encerrarlo.
Sin otra opción, el grupo decide esperar a la noche para
colarse en las catacumbas. En plena noche, Orun atraviesa el patio y llega al
torreón. En el comedor están dos nuevos guardias, uno de los cuales duerme en
una silla, mientras el otro refunfuña sobre tener que vigilar. El salvaje se
mueve como una sombra a la espalda del caballero y lo deja inconsciente con una
estrangulación. Después avisa a sus compañeros y acceden a la cocina, donde al
buscar entre los barriles de comida, encuentran una losa de piedra que cierra.
Una
escalera desciende en la oscuridad hasta un pasadizo de paredes de piedra,
agrietadas por el paso del tiempo y con el suelo cubierto de polvo y grava de
siglos. Al recorrer los pasadizos, encuentran una galería de celdas, donde se
acumulan los despojos, y que se abren mediante un curioso mecanismo; se trata
de una placa metálica, que al recibir una luz directa, se abre.
Al probar
uno de estos mecanismos, una forma brumosa se alza de los restos de la celda, y
forma una figura oscura, de miembros alargados y ojos que brillan rojizos. Se
trata de un espectro de corrupción, un espíritu vengativo que busca el calor de
la carne. El espectro se abalanza sobre Orun, que evita su ataque y entre todos consiguen eliminarlo.
A continuación
llegan a una gran puerta de piedra cerrada, que impide el paso. El grupo vuelve
atrás y toma otro pasadizo, que les lleva a dos salas que una gran baldosa de
piedra, que actúa como mecanismo. Aquí encuentran los cadáveres de los dos
caballeros, con su carne ennegrecida y putrefacta. Fian comprueba que al
colocar un peso sobre las baldosas, se activa un mecanismo. Así lo hacen y
colocan los dos cadáveres, lo que acciona el mecanismo y algo se abre en otro
punto del subterráneo. Para investigarlo, se reparten por dos pasadizos, Fian y
Orun por un lado, y Mirul y Olf por otro.
Sin
embargo, al avanzar por el pasadizo de las celdas, Fian y Orun se encuentran
con una figura que reluce al fondo. Se trata de una masa de llamas y fuego, con
vaga forma humanoide, y que avanza por el pasillo, abriendo a su paso las
celdas al recibir su luz. Varios espectros de corrupción salen de las celdas, y
se lanzan entre agudos chillidos sobre ellos.
El grupo
huye a la carrera con los espectros y el elemental tras ellos y suben las
escaleras, donde salen de nuevo a las cocinas. Al superar la losa, Mirul
convoca su magia para sellar la piedra y darles unos minutos antes de que los
enemigos irrumpan en el fuerte.
Es en
este momento que el capitán Dobann y diez caballeros aparecen, precedidos por
el guardia dormilón que les ha alertado.
- ¿Qué
está pasando aquí? –les pregunta el capitán visiblemente enfadado.
- Tenemos
un problema –informa Fian, sin saber cómo explicarse-. No es momento ahora de
discutir, sino de luchar todos juntos contra lo que espera ahí abajo –añade, y
señala la losa, en la que se oyen los golpes de los espectros.
El tiempo que dura el hechizo de la elfa, permite preparar
la defensa. Así, cuando la losa salta en pedazos, los caballeros atacan a los
espectros y el elemental de fuego. Una dura lucha estalla en las cocinas, en la
que una quincena de caballeros caen muertos ante las llamas o el toque de los
espectros.
Dobann hunde su espada en el último de los monstruos, y se
aparta el sudor de la frente. Con tono duro, se dirige a los aventureros:
- Tenemos que hablar –les dice-. Pero no ahora. Sargento,
lleve a nuestros invitados al calabozo de la torre norte.
Así, los caballeros llevan al grupo a las celdas que hay en
la planta baja de la torre norte, donde les quitan sus pertenencias y los
encierran en una pequeña celda.
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