TURNO 52
– Veintidos de marzo del año 340, Agna-Anor.
La
mañana de una nueva partida amanece radiante, con es sol del inicio de la
primavera radiante en un día sin nubes. Aún así, el frío y la nieve siguen
cubriendo la región, como si el invierno se demorara en marcharse.
El
grupo de aventureros se reúne con el capitán Dobann y el caballero Daho a las
puertas de la ciudad, donde emprenden la marcha hacia el norte. Durante tres
días atraviesan sin problemas las tierras de nadie donde aún se libran algunos
combates contra hordas de orkos llegadas de las montañas, pero que no son más
que simples escaramuzas.
De
este modo, el grupo avanza hacia el norte. Durante el viaje, el capitán Dobann
plantea la ruta a seguir. Su objetivo es llegar a las minas de Numbar, en el
centro de las montañas Kehalas.
-La
ruta más directa es a través del Paso de la Mañana –dice el caballero-. Un desfiladero que
lleva desde Fuerte Terain hasta los alrededores de las minas. Sin embargo, esa
ruta puede estar más vigilada, y nuestra misión se basa en pasar inadvertidos y
descubrir qué está sucediendo en las minas. Por otro lado, podemos avanzar por
las montañas, lo que será un viaje mucho más duro y lento, pero quizás así
evitemos ser descubiertos.
El
grupo decide evitar el desfiladero y avanzar por las montañas, en concreto por
su parte oriental, tal como recomienda el bárbaro Olf, ya que son menos
encrespadas que la región occidental.
-Por
último –dice Dobann-, nuestro camino pasará muy cerca de Fuerte Terain. No os
niego que me gustaría saber qué ha sucedido en el fuerte desde que fuimos
expulsados de allí. Muchos caballeros murieron en el ataque de orkos y elfos
oscuros, pero no sabemos qué habrá sido de ellos.
Teniendo
claro que huirán a la menor señal de problemas, el grupo decide acercarse a
investigar el antiguo fuerte de los caballeros. Así, en el cuarto día de viaje,
recorren el nevado bosque de abetos hasta llegar a las proximidades de la
fortaleza.
Una
bruma fantasmal rodea la fortaleza, que aparece desierta y desprovista de vida,
en una quietud irreal donde sólo se mueve un harapo que ondea al viento en el
torreón principal, donde antes estaba la bandera de Stumlad.
Olf
y Orun se aproximan al fuerte, descubren el rastro de muchos orkos que dejaron
la fortaleza hace días y se adentran en el patio en sigilo. La fortaleza está
desierta, así que hacen una seña a sus compañeros para que se acerquen y se
dirigen a explorar el torreón principal. El interior del edificio está
arrasado, así que el bárbaro se queda vigilando la planta baja, mientras el
hombre salvaje sube las escaleras para investigar arriba. Dobann se acerca
también sigue a Orun, mientras que Mirul y Fian registran los otros edificios.
El paladín y la elfa se acercan a las caballerizas, para descubrir en su
interior los restos de una veintena de caballeros, cuyos cuerpos aparecen
congelados, como si una ola de frío los hubiese vuelto en estatuas de hielo.
A
la vez, Orun y Dobann llegan al salón de reuniones del torreón. La estancia
está destrozada, pero de pronto una figura surge de la nada y se materializa en
el sillón principal. Se trata de una mujer de gran belleza, que aún viste finos
ropajes de seda, pero cuyo rostro es ahora una máscara horrenda, agrietada por
el paso del tiempo. La aparición se levanta del asiento y suelta un chillido
agudo, que parece una carcajada, a la vez que se lanza sobre los intrusos.
El
terror de su presencia es tal, que Dobann queda paralizado, mientras que Orun
apenas puede defenderse. El espectro, levanta sus manos y un cono de aire
gélido inunda la sala, causando un tremendo daño por frío a los hombres, que
poco pueden hacer para defenderse.
Mientras,
otros chillidos agudos resuenan en los otros torreones de la fortaleza.
Sabiendo que están en peligro, Mirul, Fian corren hacia el torreón, mientras
ven unas figuras oscuras que reptan desde las torres y emprenden su
persecución. Olf, por su parte, sube las escaleras junto al caballero de Doha
para acudir al rescate de sus compañeros.
Mirul,
antes de que los espectros les alcancen, convoca su poder en un círculo mágico,
que impide el paso de dos de las criaturas, mientras que Fian se enfrenta con
su maza a los dos seres que logran superar la barrera. A su vez, la elfa lanza
proyectiles mágicos que estallan en una explosión de luz sobre los espectros.
Por
otro lado, en el salón principal se desata una tremenda lucha contra el
espectro de la mujer, que desata su poder helador para acabar con los hombres.
Sin embargo, Dobann y Olf logran acertar con sus armas a la criatura, cuya
forma difusa parece deshacerse a medida que caen sobre ella los golpes.
Finalmente, un último espadazo destruye a la aparición, y su lamento resuena en
la fortaleza. Varios de los otros espíritus huyen entonces, mientras que Fian y
Mirul acaban con los que no lo hacen.
Así,
con la llegada del anochecer, el sentimiento de mal que albergaba la fortaleza
desaparece, y el grupo puede acabar de registrar el torreón. Dobann comprueba
que todo ha sido saqueado, pero por suerte la cámara secreta de su despacho no
fue descubierta. Dentro, el caballero guardaba un par de objetos de gran valor.
Entre varios objetos personales, hay una daga de plata, que según cuenta fue
bendecida por los clérigos de de Eras-Har (la daga es +2 al daño, y además hace
daño sagrado).
-Este
arma nos hubiese ido muy bien contra los espectros –dice el caballero con
ironía-. Pero puede que volvamos a necesitarla en nuestro viaje. Tomadla uno de
vosotros –acaba de decir y les tiende el arma.
Agotados
por el duro día, el grupo pasa la noche en la fortaleza, donde Fian usa sus
poderes curativos para sanar las graves heridas de Orun, y por la mañana
continúan su viaje hacia el norte.